Diario de León

Cornada de lobo

Una noche segoviana

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León

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Las de Toledo, por ser toledanas, eran noches cargadas de agitación y sobresalto, de mucho ajetreo por ir del burle al jarro o del roce al acero (por aquí, lo de toledana se dice de la noche de quebranto intestinal con más pasillo que cama). No he dormido jamás en Toledo. Pero al fin dormí en Segovia. Hace ya demasiados años que se lo prometí a mi padrino Vitalino cuando un día, con su pasión, me demostraba la historia y las bellezas secretas que preñan esta ciudad acastillada en la que él vivió un tiempo. Ya sabes que cuando Vitalino encomiaba algo había que rendirle un respeto a su autoridad y una debida admiración por las siguientes razones: era gente lista, era buena gente, mansillés de la Mayor y entendido en mulas por ser veterinario de corpus palpado y de gran olfato, averiguador y devorador de historia y antigüedad. Suerte tuve yo con el padrino que me eligieron. Para él se me fue el recuerdo y el primer gozo respirado de la noche segoviana que entraba por mi ventana de la residencia universitaria en la que me alojaron para largar al día siguiente en unos cursos de verano de la Sek (con Luis Mateo y Sarmiento completábamos la terna ferial). No creas que es mucho lo que entra por la ventana de este pedazo casón de piedra rubia. Enfrente hay patios que recuerdan lo claustral y el lomo medio gótico de una iglesiona adornada de espadaña medieval, piedra fortificada, dos ojazos campaneros y un aire de eterna arquitectura. Qué espadaña. Me puse a dibujarla. Por su costado, enroscada como culebra, asciende una escalera que son piedronas petadas en el muro. Debajo está la famosa cueva de santo Domingo. El derredor es arboleda de gran encanto, árboles de porte, antañones, copete de mucha fronda y sombra negra. Hay muchos intercalados verdes en Segovia, urbanismo nada agobiado. Se respira. Y asómbrate: noche sin ruidos, silencio inquietante. Un goteo de grifo y unas pánfilas yanquis de cháchara boba han sido todo el estrépito. Es ciudad corta de gentes; cincuenta mil. Sus calles se pasean (ciudad con cuestas, gente de afán; ciudad llana, acomodo y vagueo). Vitalino se quedó corto. Segovia cautiva. Tío, ven: si aquí hay árboles grandes y verde espontáneo es porque hay pocos jardineros.

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