Cornada de lobo
Vaca, cabra, cerdo y bruja
Días de agitada granja vivimos. Un juez atiza un multazo a un sindicato agrario por meter una vaca en la Junta, vaca lechera, tolón, tolón, con cencerra suiza al pescuezo, una mansurrona de ubre y vientre que no era precisamente la viuda de un pablorromero. Esas cosas hay que cortarlas de raíz, diga usted que sí, señor juez, pues andaba por entonces preñada esta vaca que consta en autos con el nombre de Margarita y, si le da por parir en el sagrado recinto administrativo y autonómico, a lo peor el tenero podría adquirir automáticamente la condición de funcionario creando un temerario precedente al que se acogerían después las trece explotaciones ganaderas que cada día se trincan en este país (cuatro mil seiscientas tan sólo el pasado año). Después está lo del cerdo, que es como llaman en Marruecos al cristiano viejo peninsular, marrano infiel que no se lava y holla el suelo magrebí de Alá en su gloria ocupando peñotes y plazas militares, ese cerdo que insulta a la fe coránica dejando por allí latas de jamón cocido de la ración de tropa, jalufo injuriante, carne prohibida. Lo de bruja, a su vez, lo aplican directamente a la ministra de Exteriores recién estrenada. Y ya sólo faltan en esta granja las cabras que triscan por allí matojo perejilón, que de ahí el nombre del islote, cabras a su albedrío confinadas en este alcatraz mediterráneo. En nombre de esas cabras nadie ha hablado en esta invasión de juguete y desalojo apabullante. Son moralmente las únicas vecinas y dueñas del lugar («el islote, para quien lo pasta»). Confío en esas cabras y en su rebelión; espero que imiten a dos paisanas suyas que un marinero jubilado de la costa de Llanes trasladó en un bote a un islote cercano de acantilados tallados a pico. Allí las dejó para que aprovecharan pasto en la seguridad de que no huirían. De tarde en vez, volvía el marinero a verlas o llevarlas sal y pienso. Pero una de las cabras, harta de confinamiento y de putada, arremetió contra el descuidado paisano con un testarazo en el culo y lo precipitó al vacío. La diñó en el acto. Conmoción en la costa. Fue un plato frío la venganza de esta cabra... En fin, como el asunto nacional siga preñado de cabras, vacas y perejiles, el próximo gabinete de crisis lo acabará presidiendo Arguiñano.