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Fermín Bocos A LA ÚLTIMA

El problema de los perdedores

Publicado por
León

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La posición española sobre el futuro del proceso de descolonización del Sáhara se ha convertido en piedra angular de nuestra política exterior. Como antigua metrópoli, España está obligada a estar presente en ese proceso. No puede inhibirse apoyando una solución unilateral -como la que impulsa Marruecos- ajena a la resolución de las Naciones Unidas que emplaza a la convocatoria de un referéndum para que sean los saharauis quienes, libremente, decidan su futuro. Es sabido que en los procesos históricos de cambio, las naciones están sometidas a tensiones extraordinarias que ponen a prueba el ancla de las convicciones. Marruecos atraviesa por uno de esos procesos y el problema del Sáhara actúa como origen de iniciativas e intrigas (como la invasión de Perejil) que acaban contaminado el entorno. Intentando obviar el mandato de las Naciones Unidas, con la anexión del Sáhara el Rey de Marruecos busca consolidar su posición interna. No es una exageración decir que la sombra de su padre, el maquiavélico Hassan II, persigue a este hijo suyo más dotado para la vida mundana que para la política. La diplomacia marroquí, que administra bien a partes iguales la intriga y los recursos, consiguió ya hace algún tiempo que Estados Unidos cambiara su posición inicial favorable a la celebración de la consulta. El llamado Plan Baker es una larga cambiada para soslayar el referéndum y fue diseñado por este antiguo secretario de Estado cuando Bush padre era el inquilino de la Casa Blanca. Washington tiene muchos intereses en el mundo árabe y Marruecos es un peón esencial para ellos en estos momentos así que su apuesta es muy fuerte. Tanto como la de Francia que también ha dejado de lado el compromiso adquirido en la ONU para, sencillamente, apoyar la posición de su mejor cliente en la región norteafricana. Quedan China y Rusia -favorables a que se celebre la consulta-, pero Pekín y Moscú están lejos y, en cambio, Madrid está muy cerca del territorio en disputa y del problema. Como lo están Ceuta y Melilla en todo lo que se relaciona con Marruecos. ¿Qué hacer? El Gobierno español no lo tiene fácil aunque la opinión pública española, en principio, orienta sus simpatías hacia los saharauis.