Diario de León
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Andan los magnetos de esta Tierra de aquella manera y se suceden estos días fenémenos que, no por ser de siempre, nos dejan menos admirados y entristecidos. En cosa de una semana se han multiplicado desde las costas americanas a las de Madagascar los varamientos masivos de ballenas, grupos numerosos en ocasiones, como el de Nueva Jersey, enormes cetáceos boqueando la muerte que arriban a la playa consintiendo que se les vaya el mar por la espalda para que su tonelaje les planche el pulmón. Mueren con absoluta paz, sin estertores. Las ondas magnéticas del planeta, según parece, rigen el sentido de orientación de las ballenas y ese es un mapa inconfundible. ¿Por qué entonces parecen equivocarse colándose en una trampa seca? Dicen algunos que los motores de navegación y otras piruladas costeras del hombre blanco confunden a estos peces descomunales. Mentira. El científico no lo cree y anda todavía averiguando ese dejarse seducir por la muerte, siempre más buscada que encontrada. Dicen también que, a veces, la decisión de vararse en una playa es cosa de algún ejemplar adulto que, doliéndose de algún mal o de los años, elige precipitar la muerte varándose y que, conociendo este trance el resto del grupo, solidariamente se inmola con ella. Vaya. Inexplicable. Enigma abierto. De siempre ocurrió. Pero hoy en la playa que eligen por cementerio les espera un circo de bañistas, curiosos, biólogos en racimo, hermanas de la caridad ecológica, teles, guardias, funcionarios y todo un meneo de gasto y lío de grúas para intentar devolver al mar esas moles agonizantes. ¿Con qué derecho se interviene en una decisión personal, natural y desconocida? Esa injerencia humana contraviene un orden de milenios. Sin embargo, no muy lejos, en la otra orilla de la noticia, en otra playa, duermen muertos en la arena otros bultos varados. Bah, son moros y negros, carne de patera, información rutinaria, truculencia de telediario para joder la ensalada, catorce más, y van tres mil. No hay ecologistas allí, sólo civiles y gentes que fisgan de lejos. Les enfundan en bolsones de plástico y se los llevan a engordar estadísticas. Y cuando despejan el incidente y la playa se queda desierta se oye clamar una voz, «salvad las ballenas».

tracking