La capital sajona contempla el descenso entre el alivio y la angustia ya que la retirada de aguas será lenta
Dresde recupera el aliento después de varios días de inundaciones
Dresde recuperó el aliento y empezó a contar «a la baja» el nivel del Elba tras varios días en los que las mediciones alcanzaron números
El agotamiento empieza a notarse entre vecinos, soldados y voluntarios llegados de todo el país y que han trabajado durante días hombro con hombro para reforzar los diques junto a Bitterfeld y Muehlberg, dos de las ciudades «caídas» hoy a merced de las aguas. Sólo el temor a que la crecida afecte también a un parque químico cercano a Bitterfeld y degenere en catástrofe ecológica, así como la defensa de ciudades más al norte, como Dessau y Wittemberg -ambas incluidas en el patrimonio de la Unesco-, hizo sacar fuerzas de flaqueza y continuar con las labores de limpieza y contención de las riadas. Los daños en el casco urbano de Bitterfeld, inundado por el Mulde, afluente del Elba, parecen menores comparados con los que se derivarían de una contaminación tóxica del río principal. Hace unas semanas, el Elba festejó con un gran baño popular su regreso a la salubridad, tras la labor de saneamiento de un río castigado por décadas de vertidos del parque químico de Bitterfeld, apodado en tiempos de la Alemania comunista como el «basurero contaminante» del país. La alarma pasó en Dresde, al detenerse los niveles en la marca histórica de los 9,40 metros por la mañana y empezar a disminuir el nivel del agua centímetro a centímetro. La capital sajona contempla el descenso entre el alivio y la angustia, ya que la retirada de las aguas será lenta y los cimientos de su conjunto monumental barroco siguen bajo los efectos de la inundación. La catástrofe ha movilizado a más de 10.000 soldados, en apoyo de las decenas de miles de vecinos y voluntarios de todo el país que acudieron a la zona. La cuenca del Elba y sus ríos adyacentes ha sido escenario también de un desfile de políticos, conscientes de que la catástrofe ha desplazado al resto de temas de la campaña electoral. El canciller Gerhard Schroeder, con botas de agua y un impermeable verde de la Policía de Fronteras, fue uno de los primeros en aparcar mítines y promesas electorales para comprobar sobre el terreno la magnitud de los destrozos. Los Verdes, encabezados por el ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, han visto reforzado su argumento de que la política no puede medirse sólo por resultados inmediatos, sino que existen temas prioritarios, como la lucha contra el cambio climático, que requieren acciones de largo recorrido. Schroeder tomó las riendas de una crisis que catalogó en un primer momento de «tarea nacional», para darle después una dimensión internacional. El canciller ha convocado para hoy la denominada «cumbre de las inundaciones» con el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi y los jefes de Gobierno de otros países afectados por la catástrofe: el austríaco Wolfgang Schuessel, el checo Vladimir Spidla, y el eslovaco Mikulas Dzurinda. Prodi recorrerá mañana, acompañado por Fischer, dos de las ciudades castigadas, Dresde y Pirna, exponente de una devastación que ha causado daños estimados en miles de millones de euros. Berlín confía en que Bruselas abra sus fondos estructurales y promete intentar reestructurar sus propios presupuestos.