La policía detectó un artefacto cerca del Ayuntamiento de Cracovia durante una inspección
El Papa pide a Polonia que no olvide a Dios ante dos millones de fieles
Una multitud interminable se extendió ayer a lo largo de la descomunal explanada de Blonie, en las afueras de Cracovia, para asistir a la misa celebrada po
El Papa llegó puntual, a las diez de la mañana, pero con un rostro cansado y ojeroso, más demacrado que el primer día. En este mismo lugar se congregaron en junio de 1979, durante la segunda visita del Pontífice a su tierra, más de un millón de polacos, la mayor manifestación popular que había contemplado hasta entonces cualquier país del bloque soviético. Juan Pablo II, recién elegido, estaba abriendo el camino del futuro de Polonia hacia la libertad. Este domingo, 23 años después, Wojtyla y su pueblo se fundieron otra vez en una verdadera fiesta nacional para mirarse al final de ese largo viaje. La de ayer fue la más grande masa reunida en la historia moderna de Polonia. Bastiones doctrinales El Pontífice apuntaló de nuevo cada uno de los bastiones irrenunciables de su doctrina. Arremetió contra las manipulaciones genéticas, contra las «intromisiones» en los límites de la vida y de la muerte, contra los «atentados» a la familia. «El hombre vive como si Dios no existiese e incluso se pone en el lugar de Dios», acusó. «De diversas maneras intenta hacer callar la voz de Dios en el corazón de los hombres, quiere hacer de Dios el ''gran ausente'' en la cultura y en la conciencia de los pueblos». El severo aviso de Juan Pablo II cae sobre una de las naciones más católicas del mundo, pero que una vez derribado el comunismo, comienza a dar los primeros síntomas de contagio del mundo capitalista. La atormentada historia de Polonia, asfixiada entre dos colosos como la Alemania protestante y la Rusia ortodoxa y que llegó a desaparecer literalmente como Estado durante más de un siglo en 1795, ha creado una íntima cohesión entre identidad nacional y religión.