Agustín Jiménez A LA ÚLTIMA
Diluvio en todos los telediarios
Durante los últimos días, en Centroeuropa y en Asia (y en los demás lugares también, a medida que se vayan desarrollando) hay muertos por agua pero aumenta exageradamente la población de las babosas. Las babosas son muertas elásticas. Están frías y dan un cierto repeluz pero, cuando pensamos que están muertas, se remueven levemente y siguen arrastrándose. En Dresde, en Praga, en Viena y en otros sitios importantes, no paraba de llover y los ríos crecían en una inmensa meada fría, una meada como de la gran babosa en que está convirtiéndose el planeta. La gente estaba muy triste, utilizaba de puente lo que podía y sobrevivía en plan babosa. Las babosas son pedazos de materia triste. Cada telediario que pasa, nos trae una nueva imagen de nuestro futuro: personas en canoas de caucho (babosas a motor o a remo) saliendo de sus casas como quien abandona su palafito; una casa que se hunde en la corriente porque ya no la va a habitar nadie; dos cervatillos refugiados en el islote de un porche. Antes de que se ahogue, los cervatillos desean decirle al dueño que él es el culpable del deterioro de su bosque. Mientras el mundo se iba diluvio abajo, los dueños del retrete seguían echando mierda. Los diluvios los manda Dios en castigo de nuestros pecados. El cambio climático y todas esas pendejadas se discuten en los congresos científicos pero no son asunto para quitarnos el sueño. ¿No dice un popular filósofo alemán que lo nuestro es un party de suicidas? Marilyn Monroe y Elvis Prestley, cuyas fiestas respectivas celebraron estos días las masas con edificante devoción, llegaron a santos cuando se suicidaron (presuntamente). Marilyn fue la primera santa laica. Elvis tomó el binomio tradicional de la santidad (unción más cursilería) y lo transformó en unción hortera. Funcionó realmente bien hasta que él mismo puso fin a su propio tiempo, hace ahora algo más de veinticinco años. Fueron los últimos santos de sangre caliente. Por eso los echamos de menos. Luego cayeron litros y litros de agua y llegaron las babosas. La vida empezó en el agua y, según los austríacos, los alemanes, los rusos y los chinos, va a acabar en el agua. Se cierra un ciclo descabellado y no hay quien condene por sus pecados a la empresa Boliden. Sueca, remata Loyola de Palacio.