Legionella

La legionella está en el aire acondicionado. Por más vueltas que se le dé, se busque donde se busque, al final se acaba en las torres de refrigeración mal instaladas, mal conservadas o mal lo que sea, en las que la corriente de aire que sale a la atmósfera vaporiza agua estancada que sirve de cultivo para la bacteria y por ahí se desparrama al aire. Quien quiera poner aire acondicionado y lo instale en plan chapuzas, como quien pone un toldo en la terraza o una parabólica abrazada a cualquier saliente de la fachada, se expondrá a infectarse y a infectar al vecindario. El paisaje urbano está cada vez más repleto de aparatos de aire acondicionado y de parabólicas. En algún momento de los años 90 los dos artilugios empezaron a bajar de precio y a ser instalados masivamente, incluso en edificios que no habían sido diseñados para ello. Lo mismo que pasó años atrás con las antenas de televisión, que erizaron los edificios hasta que aquello se racionalizó con una sola antena de la que tomaban la señal todos los vecinos, en vez de tener cada uno la suya. Los tejados y las fachadas tienen algún atractivo especial para las ciudades y los edificios con defectos de instalaciones generales, por el mal urbanismo de viviendas apelotonadas entre fábricas, instalaciones de aire colgadas por fuera, antenas colocadas de cualquier manera. O porque los pisos minúsculos obligan a poner en la terraza la mitad de los electrodomésticos, incluida la lavadora, el frigorífico, la tabla de planchar. Luego hay que acristalarla para ganar una habitación y ya acaba por fuera el compresor del aire acondicionado, que resulta indispensable para no morir de calor o de frío, entre esas paredes de papel y esas ventanas con rendijas, del VPO de los años 70, construido entre fábricas, a las que también han puesto aire acondicionado, de remate, por arriba, mucho después de haberse construido, en cualquier Mataró, Hospitalet, Elda, o quien sabe dónde.