Diario de León

Rafael Guijarro A LA ÚLTIMA

Economía familiar y billetes usados

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León

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Cuanto mejor va la economía para todos, más se desgastan los billetes pequeños. Es un índice infalible, superior a todas las estadísticas con las que unos y otros tratan de averiguar si efectivamente la situación económica mejora o empeora. Las personas ricas manejan muy poco dinero en billetes. Cuando mueven dinero en billetes, porque es negro o la transacción no debe dejar huella, suelen utilizar los billetes más grandes y los llevan en maletines. El dinero de los pobres va en el bolsillo, arrugado, y cambia de mano en mano constantemente. Cuanto más pobres son las personas, más utilizan los billetes pequeños. Los grandes, ni los huelen, y nunca juntan tanto dinero como para abrir una cuenta corriente, lo que significa dejarlo allí un tiempo y exponerse a que el banco se quede con una parte de él o con todo, si es poca cantidad y la institución es de esas que cobra por abrir cuentas, por cerrarlas, por cada apunte que haya o porque haya pocos apuntes, porque el saldo medio quede por debajo de una línea, a partir de la que el banco piensa que le cuesta dinero tener esa cuenta, hasta que consigue dejarla a cero o en descubierto, y enviar, a partir de ese momento, cartas escalofriantes a quien haya tenido la mala pata de no tener el dinero suficiente para convertirse en cliente digno de semejante institución bancaria. A veces, en países emergentes, existe la profesión de restaurador de billetes. Compran a descuento los que ya no quiere nadie, los lavan, secan y reparan, a veces juntando dos mitades diferentes, o pegándoles otro papel que les dé un poco de consistencia y el banco los acepta por el valor nominal para poder retirarlos de la circulación inmediatamente. Porque los billetes más deteriorados tienden a acabar en las manos de los que no pueden rechazarlos, los que tienen que aceptarlos aunque ya casi no parezcan billetes, porque no les dan otra cosa y si se quejan a lo mejor no les dan nada. El que puede, tiende a desprenderse lo antes posible del billete deteriorado que le ha caído sin darse cuenta, hasta que llega a quien no puede rechazarlo ni endosarlo a otro. Entonces los reparadores de billetes se los compran a los pobres por menos de su valor nominal y negocian con los bancos el valor de los fajos de billetes inservibles. Y dicen que la economía funciona.

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