Una visita al especialista es un auténtico drama para algunas personas a causa del miedo que inspiran
Los pacientes sudan, tartamudean y caen desmayados en el dentista
Hay pacientes que sudan, tartamudean, se desmayan y llegan a morder -presa de sus instintos reflejos-, cuenta más de un profesional que vive a
Los dentistas pueden encontrarse con personas de todo tipo. Un ejemplo son aquellas personas que angustiadas cambian el nombre a sus partes del cuerpo y a los nombres de las intervenciones. Un caso como el de un hombre al que se le practicó una ''apicectomía'' -tratamiento sobre la raíz del diente- y que aseguraba que estaba mucho mejor y «no tenía nada hinchado desde que se hizo la vasectomía». Según la doctora Ana Moreno, que ejerce la profesión en Málaga, los hombres son «los que más sufren» en la consulta, «porque supongo que se ven acorralados», y cuando un señor «enorme» se queda inconsciente a causa del pánico «no sabes qué hacer con él». Frases como «pero, ¿me vas a encadenar?» se han escuchado en su consulta. El malentendido, con tintes sadomasoquistas, surgió cuando la odontóloga indicó a su enfermera que le pusiera al paciente la cadena que sujeta el babero. Otros equívocos son más tiernos. Según contó a Efe la doctora, en una ocasión un paciente la abrazó de forma afectuosa cuando se inclinó sobre él para colocarle el babero, al tiempo que le manifestaba su agradecimiento por ofrecerle consuelo en los momentos previos al «martirio». Pero hay quien no llega a sentarse, sólo con escuchar el torno se les ponen los pelos de punta. La famosa frase de «se fue a por tabaco y no volvió más» hace pensar en un abandono conyugal, pero también es la excusa que utilizó una paciente con un ataque de pánico que, según confesó a Efe, no encontró otra forma más digna de abandonar la sala de espera. La vicepresidenta del Colegio de Psicólogos de Málaga, Rosa González, explicó a Efe que existen dos tipos de «miedo al dentista». Uno surge a partir de una experiencia negativa que se sobredimensiona, y es que a pocos les quedan ganas de repetir tras una experiencia «dolorosa» por la que, además, les han cobrado unos cuantos euros. El otro, es un miedo irracional y sin antecedentes «que está vinculado a ciertas estructuras de personalidad» y es comparable al temor a quedarse encerrado en el ascensor, aunque a quien lo padece nunca le haya ocurrido nada semejante. En este comportamiento influye el factor social, son miedos que tienen como característica «particular» su desarrollo «por aprendizaje vicario», se asumen por de experiencias de otras personas, y para quien lleva toda la vida escuchando experiencias negativas sobre el dentista es lógico que no quiera ir. Hay quienes se ven «desbordados» y el miedo hace que se desencadene un comportamiento de «evitación», traducido a veces en «bloqueo mental» .