Diario de León

Rosa Villacastín A LA ÚLTIMA

De aquellos polvos vienen estos lodos

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León

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Ha pasado un año del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono donde murieron miles de personas -cuyo número exacto nunca llegaremos a conocer-, y todavía no sabemos qué es lo que realmente ocurrió para que los servicios secretos norteamericanos no detectaran ningún signo que pusiera en marcha las alarmas. Ha pasado un año y seguimos sin saber dónde está Ben Laden y sus secuaces, si está vivo o muerto, pese a las bravuconadas de Bush de que lo encontraría aunque se escondiera en los confines de la tierra. Ha pasado un año y seguimos sin tener respuesta a tantas y tantas preguntas que nos hacemos cada vez que algún medio intenta aportar algo de luz donde no hay más que oscuridad, olor a muerte, y miles de familias destrozadas a las que no queda ni siquiera el consuelo de enterrar a sus seres queridos porque sus cuerpos quedaron destrozados entre miles de toneladas de hierro y escombros. Ha pasado un año y lo único que sabemos es que los norteamericanos cada día tienen más poder, se han convertido no en los gendarmes del mundo como algunos dicen, se han convertido en policías, comisarios políticos que desconfían de todo aquel que no está de acuerdo con su política belicista, con su política intervencionista, con su política de creerse dueños y señores del mundo. Tanto se lo han creído que pretenden que hagan lo que hagan sus soldados, sus altos mandos militares nadie les juzgue, ni siquiera cuando sean ellos los que amamantan a criaturas como Osami Ben Laden o Sadam Husseim. Sorprende que un año después del 11 de septiembre y con la experiencia de lo que ha ocurrido en Afganistán, nadie piense en las víctimas inocentes que podrían morir si realmente se llevaran a cabo los planes de Tony Blair y de Bush. Porque que nadie piense que la intención de los norteamericanos y británicos es bombardear el palacio de Sadam Husseim, y volverse a casa. No, cuando se comienza una guerra se sabe como empieza y nunca como acaba. Cuando se bombardea un país se sabe que allá abajo, junto a aquella colina, en aquel punto diminuto y casi invisible vive una familia cuyo único pecado es haber nacido en un país gobernado por un loco que está dispuesto a todo. A todo menos a entregarse al enemigo.

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