Las muertes que causa el tabaco

Un estudio financiero por la Organización Mundial de la Salud y, sospechosamente, por el Banco Mundial, asegura que subir el precio del tabaco, subirlo bastante, sería una solución perfecta para reducir la mortalidad causada, al parecer, por el consumo del tabaco. Craso error: si los adictos al cigarrillo, que sin duda alguna los más adictos de todas las adicciones habidas y por haber, tuvieran que verse obligados a robar para costearse el vicio (llamémosle vicio, ¿por qué despojar al fumeque de ese aspecto tan turbio como delicioso?), las muertes producidas por por los efectos últimos y extremos del tabaco se elevarían de una manera descomunal. Las habidas por inhalación de las guarrerías que meten las tabaquera en los pitillos serían las mismas o más, pues la ansiedad provocada por la prohibición económica superaría en efecto al número de fumadores que dejaran de fumar, pero las habidas violentamente en los atracos serían muchísimas. La heroína, tan artificialmente cara, pobló las cárceles de yonquis que, desquiciados por el síndrome de abstinencia, se dedicaron a sembrar el pánico por las calles atracando a los transeúntes. Hubo tiempos, y recientes, en que un ochenta por ciento de los delitos estaban relacionados con la droga, con la pulsión delincuente por conseguirla como fuera y, a eso, a ese retorno a los peores tiempos de la inseguridad ciudadana, que casi han vuelto a ser otra vez, llevaría esa subida enorme del precio del tabaco que las autoridades sanitarias desean porque creen que enfermaría menos gente y el Banco Mundial, un banco a fin de cuentas, es fácil imaginar por qué. Así como en estos tiempos oscuros el terrorismo mundial se arregla, según parece, bombardeando países, matando gente, aboliendo los derechos humanos y la libertad de pensamiento y expresión, todo lo demás se arregla subiendo el precio, como si el fumador empedernido (caso todos lo son) dejara de serlo por el simple hecho de que las tabacalera se enriquecieran más. Mediten los gobiernos, pues, antes de poner las cajetillas a precio de oro: la ocurrencia electoral de José María Aznar de acabar con la inseguridad ciudadana, incrementada por cierto durante su gobierno, no podría prosperar si mno se tienen en cuenta estas particulares consideraciones.