Diario de León

Un científico canario ha descubierto una proteina de los gigantes del Jurásico que abriría las puertas a la posibilidad de secuenciar en el futuro el ADN de estos vertebrados

El sueño de Spielberg

El investigador Roberto Quevedo, quien recientemente descubrió un embr

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Efe - LAS PALMAS.

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Las investigaciones se centran en un huevo de dinosaurio, de una especie desconocida, al que Quevedo tuvo acceso gracias a un amigo experto en reptiles que lo había comprado en Londres. El hallazgo de proteínas no tiene precedentes, ya que la proteína más antigua encontrada hasta el momento databa de hace unos 80.000 años. La hallada por Quevedo tiene 90 millones de años de antigüedad, 300 veces la edad del hombre anatómicamente moderno. Además, sería la primera proteína de dinosaurio que se descubre con toda seguridad y en una cantidad considerable, ya que hasta ahora se han encontrado restos tan pequeños -denominados trazas-, que los científicos plantean dudas sobre si serán proteínas o no. El alcance del descubrimiento se considera tan importante que diversos científicos británicos han manifestado su interés por continuar con las investigaciones y descifrar la proteína, dijo Quevedo, quien espera presentar, posiblemente en Oxford, el mapa tridimensional de la sustancia dentro un año. Las investigaciones pueden revelar que el embrión también conserva ADN, lo que sería un valioso hallazgo, aunque Quevedo, que no lo descarta cien por cien, lo considera improbable por la fragilidad de las cadenas que forman el material genético de cualquier organismo. En cualquier caso, el ADN utiliza su información para crear todas las proteínas de un ser, con lo cual se puede realizar el proceso inverso y obtener la parte del ADN que creó la proteína encontrada, lo que abre toda una puerta para conocer a estos vertebrados. El herpetólogo británico Jim Pether, que muestra su colección de animales en Reptilandia Park, en Gáldar (Gran Canaria), compró hace ocho años en Londres dos huevos de dinosaurio procedentes de Mongolia, y le regaló uno a su amigo Roberto Quevedo. Quevedo cogió un día los dos huevos y se los llevó a un centro hospitalario de Gran Canaria para realizarles un escáner, una técnica que los paleontólogos descartaron hace años. Las imágenes eran muy pobres, pero desvelaron la existencia de «algo» en el interior de uno de ellos. El resultado de años de trabajo fue descubrir un embrión de dinosaurio, que difícilmente fosilizan por ser tejidos blandos, compatible con una nueva especie carnívora, sin que tuviera que romper ni erosionar el huevo, lo que derivó en la invitación de Cambridge para informar de sus hallazgos a los expertos. Quevedo se plantea la posibilidad, incluso, de ofrecer a los paleontólogos un servicio virtual por el que obtener imágenes del interior de los fósiles, ahorrándoles un trabajo considerable. Roberto Quevedo ha podido identificar el cráneo, el tórax, la columna y vertebras de cuatro milímetros, así como multitud de huesos.

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