El turuta y don Pilatos

Pues al final se pusieron la corbata (manda seda) para firmar el protocolo que compromete el desarrollo en León de la Escuela de Pilotos y el titular de prensa asegura que está garantizado este proyecto. Uno, que desconfía por naturaleza cazurra y por tener el culo pelado de ir a promesas y a bodas, se toma la buena nueva a título de inventario y plantea sus reservas receladas hasta que no meta los dedos en esa llaga de la que saldrá una hemorragia de millones y no sé cuántos miles de puestos de trabajo directos, más la intemerata de indirectos y la repera en inducidos. La naturaleza de este recelo nace de la genética y de la friura histórica de esta tierra, pero le acompañan en este caso las declaraciones de ministro Trillo, que afirmó: «No cabe duda de que la sede de la escuela de pilotos estará en León». Lo que inquieta en esta frase es la palabra sede. Podría haber dicho «la escuela», sin más, pero en ese rizo retórico de «la sede» parece entenderse que, además de sede, esa escuela tendrá otro meollo; y que ese algo más será pelo de felino que se quedará en otra gatera, pues advierten y temen algunos escocidos que lo importante del asunto se ubicará en otro pago y aquí se desarrollarán solamente los ejercicios de vuelo real, lo rasante y el pepinazo, lo ultrasónico... Toca madera y dejemos la corneta a un lado. Porque el turuta que se vio en el trance de interpretar el himno nacional durante la revista de tropa exigua que hizo el ministro en la base de La Virgen logró un solo trompetero memorable, un soplido torturado de gallinero al amanecer, toda una ejecución que ha sido el esgüeve general de radios y teles, pobre turuta, le salió el himno tan abollado como promesa electoral, lloraba el cornetín, bufaba el coronel, ¿sonaba a premonición?... Las notas de metal salían del corneto como gatos escaldados, como el cura de Banecidas al abandonar la iglesia porque se empeñaron en torcarle en su misa ese mismo himno. Ahora sólo resta que no se cumpla la gafura de otro menda que recuerda que Pilatos nació en Astorga (probable; su natalicio coincide con su padre de cónsul en Astúrica) y que esto podría quedarse en Escuela de Pilatos repartiendo palanganas para lavarse de dijes, digos y diegos.