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León

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Se esporpolla mullida la tierra con estas últimas lluvias oliendo la pisada por el monte a humus de muerte y vida, cociendo hongos bajo el mantillo y es otoño de mucha gallerota en el roble, bellotas como huevos de paloma se ven este año, y preñado de fruto en la arandanera. Año de peras y ciruelas ha sido, cosa que en León sucede caprichosamente cada cuatro o cinco estíos. También los escaramujos, que son espinos de rosa silvestre y lela, se han llenado de agavanzas rojas que en según qué pueblos pueden llamarse avellanzas, agabuchos o, de modo más universal, tapaculos o picaculos, según reza el diccionario de nuestra infancia. También plagados de majolinos aparece el espino albar, que mi madre llama espino mayoral. Brunos endrinos, menos. Perunos, que son brunos ciegos, algunos. El bonetero maldito y venenoso también se carga de semilla. Este es otro arbusto que se pierde y desaparece del cosmos agrario después de haberse embutido en sebes y cercados durante siglos. Al mostajo le pasa otro tanto y van cayendo, olvidándose. También es generoso en fruto este año de mostajas. Incluso el negrillo, agonizante años atrás mordido de grafiosis, parece recuperar porte y se secan menos ejemplares. No tengo pistas de cómo ha ido este año en manzanas camuesas y gigosas, o sea, silvestres y ácidas como la madre que las parió, pero aromáticas como ninguna para inundar el coche de ambientación sana y no esas gaitas que te venden en las gasolineras que huelen y recuerdan al ozonopino de urinarios y cines de postguerra. También las zarzas se atacan de moras, aunque fue verano de estiaje. Y hayucos. Y nueces menudas y carcelonas en el nozal bravo de la montaña pindia. Buen otoño se celebra estos días. Y decía un paisano de La Garandilla que todos estos signos, prueba son de nieves, anticipo de invierno tumbado en traves de ventisquero en las curvas del camino. En fin, promesa de agua y bienes. A ver si el tío Ulpiano tenía razón en sus pronósticos. Ojalá, porque, a poco que vuelva a secarse el calendario el próximo año, nuestros agricultores y regantines se partirán la crisma con el acebuche. Ya viste cómo se las gastaron antes de que lloviera y se placara su furia remolachera. Ojalá.

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