Cornada de lobo
Perdiendo paisajes
Con el paso de la vida, el ojo va perdiendo paisajes y el alma va dejando pellejas en la lija de los días. Hay gente que sabe acortonar el corazón y con los años se cura de emociones; sienten poco o lejano. Pero ni la felicidad ni la lágrima viven en los dormidos. Con la redonda mirada de un niño contemplan algunos viejos el pasar y el suceder (otros muchos se inhiben, jubilan sentimientos y les entra la gusana neuronal del alzheimer). Otros pocos aún se emocionan en este tiempo de insensibilidad y ombligo propio. Con esa mirada de crío que veo en algunos mayores he alargado la vista por un rincón de infancia en el que tengo cosidos no pocos recuerdos y bordadas algunas pillerías. Es ese tramo de río que se extiende (se extendía, porque ahora se abrevia y se constriñe) aguas arriba de San Marcos, Bernesga viejo, el de pedrerona larga, el de aquel puente de grandes zapatones clásicos que hoy se anegan en una incomprensible obra hidráulica y pantanera que tiene sepultada bajo agua infecta la mitad de este monumento, ese embalsín que sólo ha servido para retener mierda y lodo. Viendo hoy las terrazas y escolleras que han desfigurado radicalmente aquel mi paisaje de chaval y correría cangrejera, a uno se le desuella la memoria de una vieja barranquera, talud vertical de arcilla y pozaco de bermejuelas, gavión de morrillo con barbos de kilo a su sombra, espadañera y bardal, reatas de burro enjaezado acarreando gravas. Y una nutria, que también cabía. Adiós a todo. Le han arreado tal mordisco al paraje y lo han vuelto tan superpijo y urbano, que cualquier parecido a un río es casualidad. Pobre río. Pensiles babilónicos le han colgado de la oreja después de haber perdido su cuerpo y su anchurra en las arremetidas ladronas de polígonos e ingenieros. Como canal, ahora, no tiene precio. Y tras abollarme la vista en estas contemplaciones, llegó la noticia de otro ladroneo, ahora la muerte, que nos ha robado de las mañanas en El Molinillo a Marina Fuertes y su explosiva vitalidad, su aguda ironía, su risa. Admirable mujer, gran paisana, gente grande, bañezana de arranque y fuerza, raza leonesa de hebra y alma, emprendedora y negada siempre a jubilar esfuerzo y cariño. De lo que no queda... Marina, siempre.