La psicóloga Pilar Castro asegura que 2,1 millones de mayores de 65 años están sin ninguna compañía
Un millón de ancianos viven solos, pero más del doble padecen soledad
«Contra la soledad, siempre, siempre, siempre se puede hacer algo». Lo recalca la psicóloga Pilar Castro en el Día Internacional de las Personas
«No es malo que vivan solas -aclara-. Lo malo es cuando no tienen un nexo con el exterior, sea a través de ayuda domiciliaria, del voluntariado o de vecinos que le tocan el timbre a ver si necesita algo». De hecho, remarca, «es bueno que las personas mayores vivan solas cuando puedan y quieran». El internamiento en una residencia, por ejemplo, puede conducir a una «atrofia de capacidades», y siempre será «mejor hacerse lo que se pueda». Pero, en todo caso, lo importante es mantener el contacto, la relación con los demás. Y muy especialmente con «la gente de su mundo, de su propia generación». A Pilar Castro, consciente de que «no hay dos casos iguales», no le sorprenden las «quejas de soledad con cinco nietos». A la velocidad que cambia el mundo, el «riesgo de sentirse «out» es grande», sobre todo cuando «los nietos hablan de cosas -bakalao, móvil, chat, Internet- que sus abuelos no entienden». No faltan ocasiones, además, en que los mayores «viven las relaciones dentro de la familia como forzadas», como simple resultado de una «obligación moral del hijo» con quien reside. Relacionarse con los demás En contraste con ese riesgo de soledad intrafamiliar, la charla con vecinos o amigos que acuden «por amistad, por afinidad, no por obligación», suele ayudar a sentirse en compañía. Y otro tanto sucede con el voluntariado de los programas de acompañamiento, que «cumple la función de ese amigo» desde el momento en que participa «porque quiere, porque conecta y se compromete». A juicio de la psicóloga y experta de Cáritas, «los voluntarios no están quitando trabajo a nadie: un ayuntamiento no puede pagar la amistad». En medio de esta realidad tan compleja, la investigación de Pilar Castro ha acabado por dibujar casi un círculo. Aunque pensada como un proyecto de programa de intervención para ayudar a personas mayores que se sentían solas, la falta de datos para «medir» el problema la recondujo hacia el «análisis exhaustivo» de tal soledad y de sus causas. Pero después, una vez perfiladas éstas, ha surgido un «instrumento para evaluar la soledad en la gente mayor» que puede servir para diferentes lugares y que, al incluir «una parte de autoayuda», sienta las bases para un futuro recurso de apoyo social. Diagnóstico y terapia ya han quedado, sin embargo, bastante claros. Una persona puede sentirse sola «cuando las relaciones que tiene no son las que querría», pero también «cuando no son como las querría», e incluso por «exigir demasiado a los demás» hasta restringir su círculo más próximo. Pero, como dice Pilar Castro, «la soledad siempre tiene remedio». Basta con no cortar el «nexo exterior», con mantener abierta la comunicación con el mundo para «contarlo a alguien, sea el médico, un vecino o quien escucha al otro lado del Teléfono Dorado». Para curar la soledad, «siempre, siempre, siempre se puede hacer algo».