La compañía Odissey firma un contrato con el Gobierno británico para repartirse el tesoro del barco
Una empresa privada recuperará un galeón inglés hundido ante Estepona
A 914 metros de profundidad bajo las aguas de la costa de Cádiz reposan 10 toneladas de oro del siglo XVII. Ésta es al menos la teoría de la que
La empresa venía peinando el sudeste del Mediterráneo desde 1995 tratando de localizar pecios hundidos y que en febrero del pasado año consiguió localizar restos del Sussex -varios cañones y dos anclas- gracias a una cámara instalada en un vehículo submarino de control remoto. Para Odyssey Marine Exploration, la expedición en la que tratarán de reflotar los tesoros de este galeón destrozado por una violenta tormenta constituye además la oportunidad de recuperar con creces la inversión de más de dos millones de euros que hasta el momento ha destinado al Proyecto Cambridge, nombre con el que fue bautizada la iniciativa. El acuerdo es, además, el primero que firman una empresa privada y un gobierno para recuperar un galeón y repartirse sus tesoros. El Ministerio de Defensa británico consideró ayer el convenio «un paso importante en el desarrollo de acuerdos para acceder a la arqueología marina» y una oportunidad para que países que fueron superpotencias marítimas en el pasado puedan acceder a los magníficos tesoros hundidos en aguas de todo el mundo. En la actualidad, los elevados costes de las expediciones están frenando la recuperación de los pecios y allanando el camino a cazatesoros como Mel Fisher, que en 1985 encontró en Florida el buque español Atocha con una fortuna valorada en 400 millones de dólares de la que España no vio un centavo. En el caso del Sussex, y aunque los cálculos hablan de un tesoro de 4.600 millones de euros, el acuerdo fija un reparto de los beneficios entre Odissey y el Gobierno inglés que varía en función del valor de lo que finalmente se encuentre. Luz verde del Gobierno Los trabajos de localización del Sussex acometidos por la empresa Odissey forzaron el pasado año dos pronunciamientos del Consejo de Ministros, después de que la Junta de Andalucía planteara un conflicto de competencias al considerar que la autorización de las prospecciones correspondía al Gobierno autonómico. El Ejecutivo de José María Aznar consideró entonces que la autorización de los trabajos correspondía al Gobierno central «al tratarse de aguas disputadas en el Estrecho de Gibraltar y no renunciar España a la soberanía plena sobre el Peñón, lo que afecta a las relaciones exteriores con el propio Reino Unido». En realidad, para el Gobierno el asunto Sussex fue casi una cuestión de Estado, según se desprende del acuerdo adoptado por el Consejo de Ministros en septiembre del año pasado: «Estamos en un caso de prospección arqueológica totalmente singular, al tratarse de un asunto que afecta a aguas disputadas en el Estrecho, que incide directamente en el ámbito propio de la política exterior del Estado». Expansión En 1694 Gran Bretaña y sus aliados -España, Suecia, Holanda e Italia- trataba de frenar la ambición expansionista de Francia, en donde el Rey Sol se había propuesto convertirse en el líder del mundo. Con este objetivo, se encomendó al almirante Francis Wheeler una misión secreta. A bordo del Sussex, buque insignia de la Armada británica, debía transportar un abultado cargamento de oro valorado en un millón de libras esterlinas de la época. El destinatario de tan magnífico tesoro era el duque de Savoy, cuya lealtad pretendía comprar la corona inglesa para garantizarse el control de este pequeño territorio ubicado en el sureste de Francia del que dependía la comunicación por tierra hacia París. Pero la estratégica misión se encontró con un enemigo imprevisto, una furiosa galerna que destrozó el Sussex cuando navegaba por el Estrecho y que mandó a 900 metros de profundidad al oro con el que Inglaterra pretendía cambiar la historia.