La regulación genética, renovación permanente
Los 100 billones de células de que consta el cuerpo humano se desarrollaron todas de una sola célula. Aunque cada una de estas células posee los mismos genes, en el embrión se desarrollan más de 200 diferentes tipos de células de las cuales se forman los órganos, como el corazón o los riñones. La causa de esta multiplicidad reside en que, según el tipo de célula o el estadio de desarrollo, diferentes genes se encuentran activados o desactivados. Este mecanismo, llamado regulación genética, es responsable de que los seres vivos se modifiquen. Ejemplo de ello es la metamorfosis de la mariposa: la oruga, la crisálida y la mariposa tienen exactamente los mismos genes, sólo que en cada etapa hay unos activos y otros no. Que un gen esté «activo» o «inactivo» depende de si es «leído» y traducido en una proteína determinada. En este proceso, la cadena de material genético o ADN en el núcleo de la célula es traducida en una molécula mensajera que pasa al interior de la célula. Esta molécula, llamada ARN mensajero (ácido ribonucleico mensajero), sirve a la célula como «plan» para la formación de la proteína. Las proteínas son las moléculas de que están hechos todos los tejidos de los seres vivos, sean las hojas de las plantas o los órganos como los riñones o el corazón, o el pelo y la sangre de los animales. Las hormonas determinan si un gen es leído o no. Estas moléculas especiales de proteína se concentran en el gen a ser controlado en los cromosomas. Ponen allí en marcha o inhiben el funcionamiento de la maquinaria de «traducción». En el genoma humano, entre el 15 y el 20 por ciento de los genes posee el código para tales moléculas. Las enfermedades hereditarias suelen ser causadas por perturbaciones del mecanismo de regulación genética. Lo mismo ocurre con el cáncer: cada segundo se producen en el organismo humano millones de divisiones celulares. Un error en la regulación genética origina un tumor. Es por esto que la intervención en este mecanismo es el punto de partida de los medicamentos y las terapias modernas. Una treintena de laboratorios de hospitales, universidades y Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) trabaja en España en muerte celular programada o apoptosis, proceso clave en fisiología y patología reconocido con el Premio Nobel de Medicina.