LOS HOMBRES HAN TARDADO DEMASIADO EN PEDIR AYUDA
Uno de los hallazgos del plan es la mayor tolerancia de las mujeres a la hora de pedir ayuda. «Nos sentimos menos cuestionadas», asegura Turrado, que cifra en dos tercios el número de profesionales del sexo femenino que han acudido a terapia. «Los hombres han tardado más y la mayoría ha acudido cuando la ansiedad ya era demasiado alta como para poder vivir con ella. Muchos de ellos se automedicaron antes de venir.» En total, el protocolo ha ayudado ya a dos centenares de profesionales. No demasiados si pensamos que en el Hospital trabajan alrededor de 4.000 personas, un extremo que da fe de que aún a día de hoy ir al psiquiatra o al psicólogo se vive como un estigma. «La gente está muy perdida; además, este programa aún no se conoce», destaca. Sergio Núñez explica que una de las potencialidades del plan es que permite reducir el coste de baja, transmitir un entorno beneficioso e incrementar la funcionalidad de los profesionales. Sin embargo, alerta de la importancia de que la intervención sea precoz. «De lo contrario, puede cronificarse». Llama la atención sobre la importancia de que nadie debe acostumbrarse a vivir con estrés o ansiedad porque una situación mantenida en el tiempo puede provocar insomnio, irratibilidad o disforia».
La media de pacientes que el Servicio trata cada día oscila entre los 8 y los diez y también dan cobertura a Atención Primaria.
Los especialistas recuerdan con orgullo uno de los casos más duros que tuvieron que abordar. Se trataba de un paciente que había estado en la entubado en la UCI y que comenzó a sufrir desesperanza «muy traumática» cuando recibió el alta. «Sus sueños eran tan violentos que su capacidad para dormir se desvaneció», destaca Núñez, que asegura con satisfacción que tras el tratamiento, esa desesperanza desapareció. Además, el servicio también ayuda a cuantos se vieron obligados a despedirse de sus seres queridos sin verles. «La pandemia ha provocado situaciones terribles. Los familiares dejaban en el hospital a su ser querido un miércoles y el viernes les llamaban para decirles que había fallecido. Ni siquiera veían un cuerpo sino cenizas en una urna», manifiesta Pilar Valbuena, que añade que incluso el pésame estaba vetado. Esther Turrado explica que además de la tragedia de esta despedida, el Covid ha despertado en los que se quedan sentimientos de culpa. «La dialéctica entre el por qué él y no yo se repite», destaca y subraya que el plan ha procurado a todas estas víctimas rituales para superar los duelos complicados.