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Centro Nacional de Epidemiología

«No ha habido ningún intento de ocultar los muertos del covid, es prácticamente imposible»

Marina Pollán en su despacho del Centro Nacional de Epidemiología en Madrid, el viernes. BENITO ORDÓÑEZ

León

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Marina Pollán Santamaría (La Bañeza. 1960) es directora del Centro Nacional de Epidemiología desde 2019. Médica por la Universidad de Salamanca y doctora experta en epidemiología del cáncer de mama. Su centro está en la primera línea de las cifras que recoge a diario el sistema SiViEs, aunque matiza que «no es lo mismo ver los números que atender a las personas». Es la coordinadora del Estudio Nacional de sero-Epidemiología de la Infección por Sars-CoV-2 en España, único en el mundo. «Ha sido una de las aportaciones más exitosas del centro, pero no es la única, y como ha dicho Miguel Hernán, de Harvard, un regalo que le hemos hecho al mundo», afirma. La lejanía con China y que el Sars 1 y el Mers Sars 1 y Mers también se iniciaron de manera parecida y no llegaron a Europa «nos hizo pensar que iba a ser lo mismo esta vez. Que probablemente afectaría a países de su entorno». La pandemia le ha obligado a «hacer un curso acelerado» en días de vértigo profesional y personal, pues también se contagió, aunque lo pasó en casa. Su tabla de salvación fue «compartir y ver que estábamos dando lo mejor de nosotros», afirma.

—Las fiestas navideñas con muchos días sin pruebas han encubierto contagios, ¿Estamos en la tercera ola y cómo pronostica que va a ser su comportamiento a diferencia de las dos anteriores?

—Las tendencias que estamos observando ahora, a la espera de que se consoliden los datos, indican la tercera ola. En cuanto al comportamiento, es más comparable con la segunda porque en la primera los datos que tenemos son una muy pequeña parte de lo que fue la onda epidémica. Mirando las gráficas nos parece mucho mayor la segunda ola que la primera, pereo no es así. No hemos vuelto a vivir aquel momento de colapso en algunas zonas. El sistema está estresado pero no es comparable a aquel momento en que se centralizó la recogida de cadáveres en el Palacio de Hielo. La primera onda ha sido la de mayor magnitud y la tercera esperemos, aunque la vacuna tardará en llegar a la población para asegurar la inmunidad de rebaño, que no sea peor que la segunda ni se aproxime a la segunda. Esto va a depender mucho de las medidas que tomemos y del comportamiento de la población. Es una responsabilidad colectiva, pero también individual.

—¿Cómo van a influir las nuevas cepas del Reino Unido y Suráfrica en esta tercera ola?

—Ambas variantes parecen ser más infectivas, más transmisibles, y esto es una llamada de atención para tomarnos las medidas de contención en serio. Por lo que sabemos no son más agresivas. Eso es una buena noticia, porque la infección no va a ser más letal.

—¿Es factible que haya más casos de estas variantes de los que se han comunicado?

—Yo creo que hay más. No es anecdótica. Y si es bastante infecciosa es esperable que aparezca en todo el territorio.

—¿Se van a contabilizar los casos de manera diferente?

—El sistema epidemiológico no va a cambiar. Lo que se está poniendo en marcha es una vigilancia del genotipo, del virus al menos con una muestra de casos para secuenciar el virus y conocer qué variantes están circulando. Sería complementario al registro de casos en la plataforma SiViEs.

—¿Qué significado tiene para el conocimiento de la pandemia el estudio de seroprevalencia que ha coordinado?

—El estudio se puso en marcha cuando estábamos confinados, a finales de abril. Los datos que obteníamos del sistema de vigilancia no reproducían de forma fiel la propagación del virus y estos estudios son recomendables cuando no se pueden diagnosticar todos los casos (no había suficientes PCR) y existen casos muchos asintomáticos. La importancia del estudio ha sido poner de manifiesto la intensidad de circulación del virus en todo el territorio. Al utilizar la provincia como unidad no tenemos solo una información de conjunto, sino como se ve en los mapas, ha habido grandes diferencias geográficas durante la primera onda con zona en el centro del país de máxima difusión del virus, Madrid, que tenía datos de seroprevalencia de hasta cinco veces más que en la costa.

—¿En la segunda ola se transforma esta distribución?

—En la segunda ola se observa que esta mancha se ha expandido. No es que Castilla y León no estuviera afectada pero ahora se observa a partir del indicador de la prevalencia acumulada en conjunto se ha multiplicado por dos: 10%. Sigue habiendo diferencias entre territorios, pero menos diferencias que en la primera ola. La mancha se ha aumentado.

—Acaba de publicar junto con otros investigadores un trabajo sobre la letalidad del coronavirus en población no institucionalizada en el ‘British Medical Journal’. ¿Cómo valora los resultados de mortalidad entre el 0,8% y el 1% de la población infectada?

—Es una letalidad importante y concuerda bastante con las estimaciones que se habían hecho con metanálisis.

—¿Sería necesario estudiar lo sucedido en las residencias?

—Sí, sería importante. Tampoco es generalizable lo que ha ocurrido en unas a otras, las ha habido con brotes intensos y las ha habido sin casos.

—Han dado la imagen más dramática de la pandemia. ¿Se corresponde con la realidad?

—Es verdad que casi la mitad de las muertes se han producido en residencias. Esto es una asignatura pendiente que va más allá de un estudio epidemiológico. Nos tiene que hacer reflexionar como sociedad para organizar este tipo de servicios en una población como la española con un envejecimiento muy importante. La pandemia lo ha puesto sobre la mesa de manera muy cruda. Es importante fijar unos estándares de calidad y obligar a su cumplimiento.

—El envejecimiento y la comorbolidad han sido determinantes en la mortalidad. ¿Han profundizado en datos por territorios? Si es así, ¿qué resultados hay de CyL y de León en concreto?

—El grado de envejecimiento de la población condiciona la mortalidad. Es muy diferente por grupos de edad. Por debajo de los 60 años es baja y a partir de ahí se dispara, más en hombres que en mujeres. En los hombres mayores es casi el doble que las mujeres. El estudio no recoge la comorbilidad, por otros muchos estudios se sabe que es así. Las enfermedades crónicas, cardiovasculares, renales,.. agravan la infección. Por territorios, no teníamos datos fiables de la primera ola para hacerlo por provincias y utilizamos un mapa de regiones de Eurostat. En Castilla y León la letalidad ha sido inferior a la media en términos relativos, tal vez porque ha habido menos sobrecarga de los sistemas sanitarios.

—¿Merecería la pena estudiar desde el punto de vista epidemiológico qué pasó en La Bañeza para tener una incidencia tan alta y cómo influyeron los carnavales?

—Sabía de la alta incidencia en La Bañeza pero no la teoría de los carnavales. Es razonable pensar que los carnavales tuvieron un papel, como sabemos que han tenido las manifestaciones, los partidos de fútbol. Un estudio, como seguimos con la pandemia, no sé si es lo prioritario: sabemos que las reuniones sociales se traducen en un aumento de casos. Es más importante esto para intentar que no vuelva a ocurrir; marcha atrás ya no podemos ir. Me da pena que haya sido en mi tierra, cómo no. Aunque ha habido otras zonas muy afectadas.

—¿Han notado mucha diferencia en la gestión de la pandemia desde el punto de vista de la transparencia de unas comunidades a otras? Vuelvo a preguntarle por Castilla y León.

—Castilla y León hace un ejercicio muy importante de transparencia en su página web y presenta todos los datos. En ningún momento ha habido intento de ocultación de información. Tampoco lo ha habido a nivel nacional. No en todas partes tenemos esa desagregación. Nosotros damos la información global del país, pero cada comunidad autónoma es responsable de la vigilancia en su territorio y yo creo que Castilla y León es una comunidad que lo está haciendo muy bien. Están dando una información que ojalá todas las comunidades autónomas tuvieran algo así. A veces la información está disponible para la toma de decisiones, pero la capacidad de hacerla accesible y entendible es como un segundo paso.

—La mortalidad ha sido uno de los temas más polémicos. ¿Realmente se sabe las personas que han muerto?

—Sabremos más dentro de poco cuando tengamos los certificados de defunción y la causa de muerte de cada persona. La polémica viene de la situación de la primera onda. Al no tener PCR suficientes para hacer el diagnóstico, los números de muertos en los casos diagnosticados podían estar infraestimados. Por eso utilizamos el MoMo, que se había perfeccionado para detectar el exceso de mortalidad y da cifras similares al del sistema que puso en marcha el INE, de más de 40.000 muertes en exceso de mortalidad frente a los confirmados que eran de veintitantos mil. Por otro lado, la pandemia puede producir mortalidad en personas que no se infectan. Por falta de hospitalización o intervención. Esa muerte se debe a la pandemia pero no es una muerte covid. La polémica venía entre el exceso de mortalidad por cualquier causa y el número de muertes que tienen covid. Por eso en el estudio utilizamos todas las fuentes de información. Un sistema podría infraestimar pero el otro sobreestima. No ha habido en ningún momento un intento de esconder los muertos. Además es prácticamente imposible.

—¿El confinamiento, en sus diferentes versiones, ha sido la medida más acertada para contener el virus a pesar de las consecuencias económicas?

—El confinamiento cuanto más duro, más eficaz en términos epidémicos. Pero tiene otras con consecuencias, no sólo económicas, también en salud mental. Se están empezando a publicar estudios de problemas por el aislamiento. Es lo más eficaz para parar el virus, pero el virus no está ahí y la gente tiene que vivir. Para erradicarlo haría falta un confinamiento tipo China y somos un país muy diferente. De hecho, hay países que cuestiona y han optado por no hacer confinamientos duros. Lo que sí parece claro es que las medidas de confinamiento parcial, perimetración, toques de quedan, han servido para contener la difusión del virus en la segunda ola. Las autoridades sanitarias están en un ten con ten para no sobrecargar el sistema sanitario y evitar las muertes.

—El comité de expertos de Castilla y León pidió un confinamiento estricto de dos semanas, ya denegado. ¿Lo ve justificado?

—En el ministerio habrán valorado y sopesado razones epidemiológicas. Estarán intentando esperar si con las medidas menos duras, que también son duras, se puede contener, como en la segunda ola.

—¿Qué prioridades tenían en el Centro Nacional de Epidemiología antes de la pandemia y cuáles ahora?

—Cuando asumí la dirección del centro, pensábamos exportar el modelo de vigilancia de las enfermedades no transmisibles. El cáncer es la enfermedad no transmisible en la que se tiene más experiencia en vigilar en aparición de casos nuevos a través de registros. El ministerio estaba intentando establecer nuevo real decreto de que incluyese las enfermedades no transmisibles y se paralizó. Nos hemos tenido que reconvertir. Cuando se normalice la situación, que todavía queda mucho, mi aspiración es que se refuerce el departamento de enfermedades transmisibles y consolidar el de no transmisibles para que se dedique a otras enfermedades, aparte de cáncer, enfermedades neurológicas y algo de enfermedades cardiovasculares, trabajar en diabetes, enfermedades respiratorias.

—¿El virus está tapando otras enfermedades importantes?

—Más que tapando, durante la primera onda epidémica la sobrecarga del sistema sanitario hizo que otras enfermedades no se pudieran atender como se hacía. Influyeron el miedo al contagio y la necesidad de aislar los centros sanitarios. El personal sanitario ha sido personal de riesgo (el porcentaje de personas con anticuerpos duplica al de la población general). El Observatorio del Cáncer ha visto que hay personas que han considerado que su problema no era importante y todo eso supone una desasistencia, voluntaria o involuntaria, a otros problemas de salud que van a emerger. No sé en Castilla y León, pero en Madrid el programa de diagnóstico precoz de cáncer de mama y colorrectal hubo que pararlo y eso tiene consecuencias porque paras una herramienta que trata de adelantar el diagnóstico. La teleasistencia tiene muchas ventajas pero tiene un inconveniente muy grande. Hay diagnósticos que requieren visita o realización de pruebas.

—Los recortes en ciencia e investigación, ¿han sido determinantes en la gestión de esta pandemia en España?

—No sabemos qué hubiera ocurrido con más medios. Pero sí que hemos echado en falta los servicios de salud pública, Atención Primaria. La crisis económica del 2008-2010 estresó al sistema sanitario y la pandemia es un segundo estrés que en algunos puntos se vive con mucha intensidad.

—¿Qué ha aprendido a lo largo de estos duros meses que merece la pena?

—Una vez que pasa lo peor, me quedo con lo más positivo. Reconocer la entrega de los sanitarios tanto en asistencia como en salud pública, que es la hermana pobre. La primera onda fue brutal. La necesidad de dar datos diarios no era sencilla y los profesionales se han volcado en el rastreo de los casos. Tenemos un sistema sanitario que tenemos que cuidar, incluidos los servicios de salud pública, es bueno y tenemos buenos profesionales. La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de los servicios de información. Hicimos el estudio de seroprevalencia en tiempo record y sin estudio piloto. Toda la gente que participó en los servicios de salud y las personas elegida que han venido hasta cuatro veces demuestra que en este país cuando nos ponemos juntos somos capaces de hacer las cosas muy bien. Como ha escrito Miguel Hernán, de la Universidad de Harvard, en El Mundo, el estudio de seroprevalencia es un regalo que le hemos hecho al mundo. Ha sido una quijotada, en el mejor sentido de nuestro Quijote.