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Publicado por
León

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josé enrique martínez

Poeta y narradora, Gioconda Belli es un nombre irremplazable de la poesía de nuestro tiempo, nuevo hito de un pequeño país, Nicaragua, que ha alumbrado nombres de la talla de Rubén Darío, Coronel Urtecho, Claribel Alegría, Daisy Zamora o Ernesto Cardenal, el amigo y maestro a cuya muerte dedica Belli un conmovedor poema en El pez rojo que nada en el pecho. Si recuerdo el conjunto de su obra, dos hechos esenciales e inseparables parecen destacar en su personalidad: la poeta de voz amplia, fresca y poderosa que reivindica con orgullo su identidad femenina, el latido pasional, las urgencias del deseo, la necesidad del tacto, el gozo de la desnudez y la posesión; en suma, el cuerpo y la sexualidad de la mujer.

Al orgullo de ser mujer se une el de ser de una tierra, de un país por el que lucha con una voz en este caso de compromiso y denuncia. Son los dos asuntos que articulan su nuevo libro, El pez rojo que nada en el pecho.

No poetiza Gioconda Belli el amor calmo o rutinario, sino el apasionado que aparece en los primeros versos: «Me tienta el amor con sus espinas / sus arañazos tercos». Es verdad que circunstancias como la distancia y la ausencia proporcionan tonalidades melancólicas por la añoranza del otro cuerpo: «Las sábanas frías de mi velero nocturno / navegaban en la calma inquieta de la noche». Por otro lado, el tiempo, un asunto cada vez más apremiante en la poesía de Belli, lleva el amor por cauces más cautelosos en los que, en todo caso, gobierna siempre el nosotros de la relación amorosa, como muestra el poema Las repúblicas de nuestro matrimonio, que no siempre son países en paz y amor —«la isla que jamás tocarán los huracanes»—, pues «brioso y exigente», el amor requiere luchar por su continuidad.

El amor se funde con la defensa de la mujer, de derechos como la igualdad y la libertad, como vemos en los Consejos para una mujer fuerte, sin olvidar a las mujeres maltratadas, acosadas y asesinadas, pues Gioconda Belli da voz a la mujer que trabaja, malvive, batalla y sufre, a la mujer sin voz o con la voz apagada, cuando no muerta. El libro termina con un Ars amandi que es el lema ovidiano con el que la poeta nicaragüense alude a la vida, al amor, a todo; el poema quiere incitar a una «batalla a muerte contra la desilusión», contra el desconsuelo y la inercia. Es así como puede concluir el poemario de una poeta que, con «alma de combatiente», invoca siempre «la fuerza de la vida».