El hombre que hizo la historia de la gente sin historia
‘Rebojos. Cuentos de la Montaña Leonesa’ inaugura la biblioteca con la que el ILC reivindica al escritor leonés
Firmó novelas, folletos, biografías y centenares de artículos periodísticos, cantó miles de versos y se convirtió en fustigador de los malos poetas. Su nombre aparece en el Google maps por la cantidad de tributos que le ha dispensado León, cuyos habitantes, sin embargo, son incapaces de decir quién fue. El Instituto Leonés de Cultura ha puesto la primera piedra para acabar con este agujero de olvidos y publica Rebojos, obra con la que abre una colección dedicada a Antonio Valbuena. La biblioteca, con dirección editorial de Emilio Gancedo, cuenta con la colaboración científica en este primer número del profesor universitario Joaquín Serrano Serrano, uno de los mayores eruditos en la creación de Valbuena.
Rebojos constituyó uno de los libros de lectura favoritos para los leoneses durante décadas, pero también se disfrutó y valoró fuera del Reino. En los 23 relatos que lo conforman emerge la existencia cotidiana del pueblo llano tal cual discurría entre los siglos XIX y XX: los personajes, las preocupaciones, las ilusiones colectivas, los desajustes sociales, así como las costumbres, el humor y la cazurrería de los montañeses de León.
Destaca Joaquín Serrano que el profesor y crítico Francisco Martínez García, en su extensa Historia de la Literatura Leonesa, escribió que Valbuena era el más leonés de los escritores y subraya que llevaba a León en su pensamiento o en su corazón. «En aspectos de lengua, era tal su devoción por León que de muchos vocablos, en sus comentarios de la Fe de erratas (el libro en el que criticó el diccionario de la Academia) da sus significados por buenos o malos tomando lo que él conoce de su montaña leonesa; es decir, que para él, lo que se decía en León estaba bien; lo que significaba una palabra en León era lo que había que poner en el diccionario, porque era lo originario, lo mejor. Y en cuanto a la literatura, sus relatos (el lector lo irá comprobando) están saturados de emoción, devoción, conocimiento de y por León», explica.
El profesor abunda en la categoría intelectual del escritor y defiende que Valbuena es una «permanente caja de sorpresas». Subraya su faceta de hombre de acción y recuerda que, por sus influencias con políticos del momento, contribuyó a mejorar carreteras, servicios de correos y reconstrucción de edificios públicos, principalmente en la comarca de Riaño. Además, participó activamente en la guerra al lado de los carlistas, y en sus convicciones personales fue un hombre intensamente religioso. «Era abogado y había estudiado casi toda la carrera para sacerdote en el seminario de León, que abandonó antes de acabar», dice.
Valbuena contribuyó a mejorar carreteras, servicios de correos y reconstrucción de edificios públicos
Rebojos es el libro de Valbuena más leído en la provincia, sobre todo en su zona de Riaño. Serrano revela que los vecinos del Pedrosa del Rey hablaban en los años 70 y 80 de los relatos de Rebojos, sabían resumir y actualizar sus anécdotas, valoraban y mitificaban a Don Antonio como el gran hombre del pueblo, el que tanto había hecho por la comarca. Y es que en Rebojos, los vecinos encontraban la vida cotidiana de la gente sencilla. En 1901, cuando lo publicó, Valbuena estaba en la cumbre de su fama, pero el éxito se lo debía a sus críticas y polémicas con gentes de lejos, de aquel Madrid en que Valbuena estaba gran parte del año y de los años. «Y aquel hombre famoso en la capital escribe ahora un libro con la vida de los vecinos, de los montañeses, hace la historia de la gente sin historia»… El profesor recuerda que Miguel de Unamuno acababa de inventar unos años antes el concepto de intrahistoria, la vida silenciosa de los hombres sin historia que cada día llevan a cabo sus labores cotidianas. «Pues bien, nuestro leonés Valbuena es quien llevaba a la práctica esa teoría unamuniana», reivindica y argumenta que Rebojos cuenta esas vidas, las de todos, las de las gentes que no tienen historia; las gentes normales de los pueblos normales y pone como ejemplo a los estudiantes que hacen sus bromas con un burro o que se van a merendar haciendo un ‘simpa’, las niñeras con sus pequeño, un herrero bebedor o un mesonero atolondrado; un secretario con sus fanfarronadas; el labrador que sabe torear al abusón o el boticario con mucha ‘gramática parda’; las chicas guapas y presumidas ante el galán que las corteja. «Eso es lo que gustaba a los pedrosanos, y nos gusta a todos, vernos puestos en papel, en letras de molde.
Diferentes fotografías de Antonio Valbuena a caballo entre el romanticismo del siglo XIX y el realismo del XX
Joaquín Serrano asegura que todos los intelectuales de la época le reconocieron su particular estilo y pone como ejemplo a Clarín, que alabó su manera de escribir con gracia, con soltura, Azorín — «Valbuena fue un prosista de los buenos; en su prosa hay sabor castellano. Digo sabor leonés»—; al mexicano Gutiérrez Nájera, que le calificó de «ameno y jovial»; o el leonés de Mansilla Cipriano Robles, que constató lo siguiente: «Un periódico americano… dijo que este libro está escrito de una manera como no lo ha hecho nadie en castellano después de Quevedo». Y todo ello a pesar de que no le interesaba ‘hacer amigos. De hecho, a Antonio Valbuena la fama le llegó como polemista. Desde 1883, en que encontró la piedra filosofal del éxito con sus series de Ripios, pronto el crítico se vio también criticado. «Él zurraba fuerte, pero los atacados no eran mancos. Hay que tener en cuenta que su primer libro, en ese sentido, fue Ripios aristocráticos, donde censuraba duramente a dieciocho aristócratas que habían publicado poesías o prosas que él creía ripiosas», ironiza Joaquín Serrano. Después vino Ripios académicos, donde los criticados eran miembros de la Real Academia Española, con lo que el escándalo crecía exponencialmente. Por si fuera poco, en paralelo, publicó en Los Lunes del Imparcial más de cien artículos bajo el título de Fe de erratas del diccionario de la Academia, donde hace críticas furibundas y despiadadas contra la Academia y los académicos.
Un hombre entre dos siglos que ahora recupera el ILC en el XXI, justo en un momento de cambio de era similar al que él vivió...