Diario de León

Antonio Núñez El paisanaje

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León

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El aspirante socialista a ocupar la presidencia de la Junta, señor Villalba, ha prometido subdividir la autonomía en sesenta y dos comarcas empezando por su casa, que es León, donde habrá nada menos que catorce. Como en el periódico hay órdenes superiores de ahorrar papel no es cuestión de enumerarlas todas, pero baste con decir que poniendo los nombres en fila india, cada una con su peculiar idiosincrasia, no dejarían hueco para más noticias y media profesión periodística acabaría en el paro por falta de espacio vital. Esto último ha sido desmentido por Villalba, según el cual sólo pretende «acercar la administración a los ciudadanos», siguiendo la famosa teoría de que los problemas de la gente los conoce mejor la Junta que Madrid, las diputaciones que la Junta, los alcaldes que el presidente de la Diputación, la junta vecinal mucho más que el señor alcalde, y así sucesivamente, limitándose a «colar» entre los municipios y el Palacio de los Guzmanes a un presidente comarcal. Este programa electoral puede que le dé votos porque siempre será más fácil que uno de Cacabelos se entienda con otro de Ponferrada que mandar a los dos a echar sendas instancias al baranda de la Diputación, señor Díez, a la consejera Isabel Carrasco o al ministro Cascos, por sólo citar tres protagonistas caracterizados por su talante diplomático en los actuales escalafones de la cosa administrativa. De manual. Lo malo es que el candidato Villalba es de letras o, más exactamente, profesor de literatura y funcionario, con lo que no se percata de que su propuesta queda muy maja en el papel y hasta tiene cierto aire costumbrista, pero en la práctica no hay por dónde agarrarla. Sin ánimo de darle lecciones, limitémonos a ponerle un ejemplo: el paisano Remigio Tejerina, pongamos por caso, del pueblo de Pola de Arriba, carece, un suponer, de accesos a la autovía de su pueblo, cuando la pongan, para dar salida a la producción lechera de la cuadra y, complementariamente, a los jamones del cerdo. Pues cuando Franco el tal Remigio iba directamente al Mopu en Madrid, donde no le hacían ni puto caso, lo mismo que a Alfredo Landa. Luego, con el estado de las autonomías, al Remigio ni siquiera podía echarle un cable el sobrino ordenanza de la Jefatura Provincial de Carreteras, porque quein cortaba el bacalao era un tipo de Soria, de nombre Lucas o Herrera, más lejos todavía del pueblo y con peores comunicaciones en el Alsa. Por último ahora y si Remigio quiere mejorar las infraestructuras de acceso a su casa solariega, tendrá que seguir un conducto reglamentario-administrativo desalentador: una instancia al pedáneo, que se la pasa al alcalde, el cual la eleva al presidente comarcal, que, saltándose la Diputación si puede, la transfiere a la Junta, de donde se da traslado al Gobierno. Después de tanta burocracia y si no se le acaba la paciencia, es probable que Remigio tenga suerte -cosas más raras se han visto en Operación Triunfo- pero, como también es probable que el camino del pajar este subvencionado por la Pac, Remigio entre en conflicto, ya en Bruselas, con un convecino que ha montado una onegé medioambiental, llamámosle «cabras sin fronteras». Entonces lo mejor que puede hacer el amigo Remigio es arar directamente el caminucho hacia la autopista, cargar la escopeta por si aparecieran a inaugurarlo Cascos o Aznar y ya, si los tiene más grandes, emigrar directamente a Madrid a prejubilarse en los sesenta metros cuadrados del apartamento del yerno. Puede que ni el propio Villalba se acuerde, pero esto de las comarcas como «administración vertebradora del estado de las autonomías» -cony, que bien suena- lo inventaron los catalanes hace ya la tira de años, cuando Pujol estaba harto de que en las inauguraciones le pusieran un presidente de diputación o un gobernador civil más altos que él, tanto en protocolo como en la no menos espinosa cuestión de centímetros a ras de calva. Entonces y en una de tantas negociaciones con Madrid el honorable resolvió la cuestión pactando, entre pela y pela, que los gobernadores pasaran a llamarse «subdelegados» y las diputaciones a mejor vida. Hay que ser realista. Si Villalba quiere independendizar a las comarcas, dada su actual dependencia de la Pac y de las pensiones, lo mejor sería montar para ellas un sorteo paralelo de la Once, antes de que se le adelanten los ciegos. Por cierto que Pujol, con mucha vista, ya lo tiene. En política está casi todo inventado.

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