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José María Ruiz de Morales | Jefe de la Unidad de Inmunología Clínica del Hospital de León

La inmunidad dura hasta 9 meses

Equipo de la Unidad de Inmunología del Hospital de León. DL

León

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Nunca antes la ciencia había avanzado tanto en un año para un virus tan devastador. «¿Nuestros regidores se habrán dado cuenta de que un país que no fomenta en serio la investigación es un país que siempre irá en el furgón de cola?», se pregunta el jefe de la Unidad de Inmunología Clínica del Hospital de León, José María Ruiz de Morales. El Hospital de León también investiga cómo actúa la enfermedad.

—Tras pasar la enfermedad ¿qué porcentaje de pacientes está inmunizado y por qué hay personas que no se inmunizan?

—Más del 90% de los infectados desarrollan una potente respuesta inmune protectora que es capaz, en la inmensa mayoría de los casos, de eliminar al virus del organismo. Además, esta respuesta —integrada por la acción coordinada de múltiples proteínas (anticuerpos) y de diferentes células (linfocitos) — protege frente a posibles reinfecciones. Las reinfecciones con el mismo tipo de virus en los meses posteriores son posibles pero excepcionales. En un estudio realizado en personal del Complejo Asistencial Universitario de León (Caule) infectado durante la primera ola de la pandemia hemos observado que esta ‘memoria’ inmune protectora dura al menos 8-9 meses. Aunque algunos individuos infectados con pocos virus pueden desarrollar una cantidad baja o indetectable de anticuerpos, prácticamente todos desarrollan linfocitos T de memoria que les protegen frente a un segundo contacto con el virus.

—¿Por qué hay pacientes para los que la enfermedad es mortal y para otros pasa apenas sin síntomas?

—Aproximadamente en un 10%, y por razones que aún no entendemos bien, la respuesta inmune es excesiva y origina una reacción inflamatoria exagerada. Son los pacientes que desarrollan severas complicaciones respiratorias, que son la principal causa de muerte de la enfermedad, o alteraciones cardiacas o de la coagulación o neurológicas. Aunque la entrada del virus en el organismo es por vía respiratoria, esta respuesta inmune exagerada es responsable de que la enfermedad pueda afectar a otros órganos. Actualmente, en nuestro laboratorio, al igual que en otros muchos alrededor del mundo, investigamos cuales son los mecanismos celulares y moleculares que originan esta inflamación ‘descontrolada’. Conocerlos es el paso imprescindible para poder seleccionar el tratamiento más adecuado en cada caso. Pero esto requiere tiempo y recursos y, de ambos, estamos escasos. Tristemente, la investigación traslacional —aquella que a partir del conocimiento de la ciencia básica se traslada inmediatamente al diagnóstico y al tratamiento de los enfermo— no es una prioridad de nuestro sistema sanitario. ¿Seguiremos así otro siglo o realmente ahora nuestros regidores se habrán dado cuenta de que un país que no fomenta ‘en serio’ la investigación es un país que siempre irá en el furgón de cola?.

Inmunidad
«Hemos visto que la memoria inmunitaria tras pasar la covid dura entre ocho y nueve meses»

—¿Apostaría por un confinamiento total?

—Tras el relajamiento predecible y que debería de haber sido evitado con medidas más restrictivas en diciembre, estamos en el inicio del descenso de la tercera oleada de la pandemia, que está siendo más severa aún que la primera. No obstante, hay que reconocer que, en un país europeo y con nuestras particularidades culturales, el impacto de medidas de confinamiento drásticas por segunda vez en poco tiempo era difícilmente previsible. La realidad nos ha mostrado que ninguna de las diferentes estrategias de contención seguidas por los países de nuestro entorno han sido verdaderamente eficaces. Evidentemente es más fácil tomar esas medidas en Nueva Zelanda que aquí.

—La pandemia dura ya un año. ¿Qué se ha aprendido en todo este tiempo? ¿Estamos mejor ahora porque se sabe más de la enfermedad?

—Lo cierto es que los hospitales de la provincia se han acercado peligrosamente a la saturación. Pero, afortunadamente, ahora sabemos más de la enfermedad, hemos aprendido de nuestros errores, disponemos de más medios y, sobre todo, hemos puesto el foco de atención en los colectivos más vulnerables, los ancianos. Las medidas de protección, la realización masiva de las pruebas diagnósticas para detectar directamente al virus y la respuesta inmune que induce —que al inicio no eran buenas al tratarse de un virus completamente desconocido en la especie humana — ahora sí lo son y se realizan masivamente. En este sentido un hecho que, a mi juicio, ha sido muy relevante es haber entendido que más del 50% de los contagios se producen a partir de personas que, habiéndose infectado, aún no han desarrollado los síntomas o que pasarán la enfermedad de forma completamente asintomática. Los tests de cribado que se están realizando ahora en toda la provincia tienen precisamente como objetivo identificar a estos ‘portadores silenciosos’ para aislarlos precozmente y así minimizar la expansión. Son tests muy sensibles para detectar a individuos contagiosos, aunque los positivos deben ser confirmados con otras pruebas más específicas. Pero en mi opinión es una herramienta muy útil y asumible económicamente.

Plan de vacunación
«Es necesario vacunar a toda la población y que lleguen a todos los rincones del mundo»

—¿Qué tratamientos hay alternativos a la vacuna?

—A pesar de lo que hemos aprendido del virus en un tiempo récord —un año en ciencia no es nada— aún no se ha encontrado un remedio para curarlo o al menos para disminuir la elevada mortalidad en algunos grupos de infectados. A pesar de que se han ensayado multitud de tratamientos, a día de hoy no hay ningún fármaco a excepción de los corticoides que en la práctica real haya demostrado de forma indiscutible su utilidad. Y aquí sí que hemos aprendido. Sabemos lo que no debemos hacer, lo que no se debe de dar a los pacientes. Sin duda, la solución para las personas ya infectadas será el desarrollo de fármacos antivirales eficaces frente a la familia de los coronavirus como el SARS-Cov2 y otros que, a buen seguro, aparecerán en el futuro. Esto es lo que se ha hecho con otras pandemias como el sida o las hepatitis B y C.

—¿Cree que las vacunas son la solución definitiva a la pandemia?

—El virus va a continuar circulando en mayor o menor medida durante mucho tiempo. Sorprendentemente, en una enfermedad de transmisión respiratoria, hasta ahora no se ha visto una clara prevalencia invernal, aunque probablemente si lo vaya a ser en un futuro, una vez que el virus procedente de murciélagos se adapte a su nuevo huésped. Probablemente se quede con nosotros, sus nuevos huéspedes, para siempre como ocurre con el virus de la gripe y tendremos que acostumbrarnos a convivir con él. Pero a medida que más población haya sido infectada y vacunada, las futuras oleadas no afectarán a tantos individuos de forma simultánea y aquellos que se infecten tendrán una evolución clínica más benigna. En ningún caso deberían de ser tan devastadoras como la actual, con un coste en vidas inasumible, ni generar un impacto sanitario y socio económico de la magnitud del actual.

Vacunas a sanitarios
«Alguien debe explicar por qué hay diferencias en la cobertura de los sanitarios dentro de la Comunidad»

—¿Cuándo podremos llevar una vida normal como antes de marzo de 2020?.

— Debemos de centrarnos en la prevención. La ciencia, esa que a nuestras autoridades les gusta tanto mencionar pero tan poco cultiva, ha dado otro paso adelante en un tiempo récord y ya ha acudido al rescate. Las vacunas que empiezan a llegar deben de poner fin a este oscuro episodio. Aunque la respuesta inmune generada por la infección natural es presumiblemente más potente, por amplitud y diversidad, que la inducida por las vacunas disponibles, éstas están demostrando que son capaces de disminuir la severidad de la infección y de disminuir la transmisión. Es posible que las nuevas variantes que están surgiendo en diferentes lugares del planeta puedan ser en algún momento parcialmente resistentes a algunas de las vacunas actuales, pero difícilmente podrán escaparse a la capacidad de respuesta de los científicos. Aunque efectivamente algunas variantes como la sudafricana o la brasileña son más transmisibles y resistentes a algunas vacunas, su composición ya se está modificando de nuevo en tiempo récord para detenerlas. Aunque las vacunas y las medidas de protección acabarán sin duda con la pandemia, la evolución no es del todo predecible y es difícil saber cuando podremos recuperar la normalidad. Asistimos a nuevos escenarios que obligan incluso a replantearse algunas de las decisiones tomadas con anterioridad. Es probable que a finales de este año podamos recuperar cierta normalidad. Desde la Unidad de Inmunología del Caule hemos comenzado a preparar la organización del congreso nacional de la sociedad Española de Inmunología para el otoño de 2022. Creemos que para entonces podremos contar con la presencia en León de inmunólogos de España y de expertos internacionales.

—¿Cree correcto el plan de vacunación y los colectivos a los que se ha priorizado?

— Las vacunas deberán de llegar a toda la población lo antes posible. Los protocolos de priorización de los diferentes grupos de riesgo establecidos son, en mi opinión, correctos. Pero deben de ser seguidos con rigor, equidad y transparencia. ¿Cómo es posible que a día de hoy haya diferencias escandalosas de cobertura vacunal entre los profesionales sanitarios dentro de nuestra Comunidad?. Alguien debería de explicarlo públicamente. No basta con inmunizar al país entero. En el mundo globalizado, con una interdependencia real de unos países con otros, no sirve vacunar rápidamente a toda la población de Israel o cerrar las fronteras de Nueva Zelanda. Es necesario que las vacunas lleguen a todos los rincones del mundo. Eso implica un ejercicio de solidaridad.