Diario de León

Cincuenta años de escucha activa

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En un día lluvioso de septiembre, un coche circulaba por la carretera que une Sevilla con Málaga. El pavimento estaba muy resbaladizo. El conductor calculó mal el riesgo y, al tomar una curva, el automóvil patinó sobre el asfalto húmedo, invadió el carril contrario y fue a estrellarse contra un camión. Los ocupantes del camión salieron ilesos, el conductor del automóvil sólo se fracturó unas costillas, en cambio el hombre a su derecha sufrió un fuerte traumatismo craneal que le causó la muerte. El hombre muerto llevaba una agenda en cuya primera página se podía leer la siguiente anotación manuscrita: «Dios me pregunta cada mañana por los que sufren, por los que están solos, por los que no encuentran razones sólidas para seguir viviendo. Conociendo el sufrimiento de estas vidas rotas, no tengo más remedio que intentar prestar ayuda».

La agenda era del fundador del Teléfono de la Esperanza: Serafín Madrid, un religioso de San Juan de Dios dedicado a los más desfavorecidos y volcado con Sevilla. Fundador también de la Ciudad de San Juan de Dios para niños incapacitados físicos y psíquicos. Fue además inventor de un dispositivo para avisar de un accidente de tráfico en la carretera, ironías del destino.

El Teléfono de la Esperanza lo fundó en 1971 en Sevilla para estar al lado del que sufre emocionalmente con escucha activa.

Ahora hace 50 años y a lo largo del 2021 celebraremos este cumpleaños tal como se merece. Contamos con S.M. la Reina Letizia que nos ha honrado aceptando la Presidencia de Honor de los actos de celebración del 50 aniversario. Y nos acompañaran personas, una por cada diez años de historia asociativa, que se han significado en la sociedad española por su compromiso y valores éticos: Irene Villa, periodista y psicóloga, Rafael Nadal, tenista, Antonio Montiel, pintor, Adela Cortina, filosofa, y Luis Rojas Marcos, psiquiatra. No nos olvidaremos, en esta circunstancia tan especial para nuestra asociación, de todas aquellas personas que, en momentos de angustia y sufrimiento, llamaron a nuestras puertas. Tampoco de los hombres y mujeres que, en el ejercicio de su voluntariado, los supieron escuchar con respeto y afecto y les ayudaron a recuperar la esperanza.

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