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Antonio Núñez El paisanaje

La zorra en corral ajeno

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León

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En todos los ayuntamientos donde la UPL tiene algún pito que tocar, o sea uno o dos concejales, ha sonado a música celestial la propuesta del conseller en cap de la Generalitat, Artur Mas (de la familia Mas i Mas i Mas de toda la vida), que estaría dispuesto también a ser ministro de España para colaborar en su gobernabilidad a condición de que le den más competencias y pelas en Cataluña como heredero de Pujol. Lo hace como un favor y se anuncia, para que se sepa, que es un sacrificio personal. Hombre, pues gracias. La generosa oferta de Mas, como se decía, ha pillado por sorpresa a los nacionalistas de aquí, que, defendiendo un regionalismo barato y por aquello de que no dejan de ser de pueblo, se conforman con hacer de bisagra y rascar lo que puedan, sacando acá un alcalde pactado con el PP, allá un pedáneo con los votos del PSOE y acullá una moza de coros y danzas bailando con todos al mismo tiempo. Hay que reconocer, no obstante, que la UPL intentó hace un par de años adelantarse a una estrategia parecida y hasta consiguió que vinieran importantes barandas del PP de Madrid, entre ellos el señorito Manuel Arenas, que firmaron el famoso Pacto de León con una burrada de miles de millones en proyectos de infraestructuras, a cambio de hacer a su líder, Rodríguez de Francisco, coalcalde de la capital. Si éste no consiguió luego que, de aquella, el Gobierno presupuestara más allá del 6% de lo prometido, la culpa no fue suya, sino del euro, que todo lo divide por 166,4: le ha pasado igual al cupón de la Once, cuya lotería ya no es lo que era en números redondos. Se imagina uno las tesis de CIU triunfando en la política local y lo de ahora no tendría color. ¿Que un leonesista se alza con la alcaldía, por ejemplo, de Villaquilambre, y no sería la primera vez? Bueno, pues va a ver al alcalde de León, señor Amilivia y le dice: macho, o me haces consejero delegado del consorcio de los busis en el alfoz del Bernesga o las paradas del Alsa van a ser ingobernables, te lo aviso como amigo y socio haciéndote un favor». O en la Diputación: «aunque los del PP tengais mayoría absoluta la UPL puede garantizaros la paz social de las panderetas aguas arriba y abajo de Vilecha en unos cincuenta kilómetros o más a la redonda y estamos dispuestos a inmolarnos a cambio de una vicepresidencia, a ser posible la primera, para que el río no se salga de su cauce, y, en cuanto a la Junta, ya negociaremos mañana aprovechando que nuestros votos fluyen también por Valladolid, lo mismico que el Pisuerga». O aquella otra teoría de las últimas elecciones generales: «como saquemos un diputado y empaten Aznar y el PSOE en el Congreso se van a enterar en el Santiago Berbabeu de lo que vale la Cultural». A estas alturas del chantaje nacionalista uno ya no sabe si los problemas de España son como los del alcalde Amilivia con De Francisco, pero a lo bestia, o si en León se incuba otro independentismo a la catalana, pero en pueblerino. En cualquiera de los dos casos, mal asunto. Porque cuando una minoría se autoerige en salvadora de patrias grandes o chicas, frente a todos los demás, cuando a los demás les falta un pico, tal que así, para llegar a la mitad de los votos, a ellos les gusta que les llamen «garantes de la estabilidad» aunque su abuela los conozca mejor por el mal mote de «enredabailes», un verbo muy antiguo que daría mucho juego en el hemiciclo de las Cortes, si los partidos mayoritarios pactaran, en vez de zancadillearse, para poner a CiU en su sitio. A escasos meses de las elecciones se desconoce todavía la respuesta del PP y del PSOE a la generosa oferta del ministro «in pectore», señor Mas, para el supuesto de que Rajoy o Rato, un suponer, las ganaran. O que lo hiciera Zapatero, un presupuesto igualmente goloso para el honorable presidente de turno de la Generalitat, que es socio de todos cuando se tercia pero vende la burra, o sea cuatro votos, ni más ni menos que por lo que vale. En todo caso si el PP o el PSOE, huérfanos de mayorías absolutas en futuras elecciones, aceptaran que Artur Mas los apuntale en La Moncloa, se ruega que no lo nombren ministro de Fomento. No vea usted la rotonda hacia San Feliú de Llobregat que iba a hacer la variante de Pajares. Ni a De francisco, que haría curcular por sistema por dirección prohibida en todas las autopistas, es decir pïacá. Porque si triunfan los dos y nombran ministro a uno y al otro subsecretario sólo se iba a forrar la Guardia Civil de Tráfico.

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