Diario de León

Cornada de lobo

Gargajo en cerbatana

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

La técnica consiste en taparse una ventana de la nariz con el dedo índice y soltar con toda la potencia pulmonar un cornetazo de aire que haga volar al suelo un cacho moco largo y escopetado. Desatascar el respiradero, eso es. La imagen es talmente así en los primeros planos de la tele en cualquier partido de fútbol. Asombra la frecuencia con la que los jugadores proceden a este rito de limpieza nasal convertida en cerbatana con dardo de mocarro. Al cabo de un partido, ese prado en el que juegan ha de quedar profusamente salpicado de mocada como eslurri. Después vienen los resbalones y le echan siempre la culpa al césped mojado. Más o menos, es lo que ocurre en las aceras de estos nortes resfriados durante los meses que dura el hielo y la bronquera, que no es bronquitis ni ronquera, sino mal carrasposo y groserísima falta de educación. Esto de escupir, que tan vomitivo resulta para quien lo sufre en lapo ajeno o lo pisa en patinazo, es algo muy de esta cultura machorra y celtibérica, prerogativa de varón, licencia de derecho consuetudinario, una forma de marcar territorios o itinerarios del mismo modo que los gatos mean aquí y allá fijando las esquinas de su solar imaginario. Durante la piojosa y hambrienta postguerra española, en el monasterio asturiano de Corias (del que salió el leonés Pablo Díez camino de Méjico), y para evitar los numerosos contagios de una tuberculosis que galopaba por todo el país, tuvo que establecerse como mínima higiene la prohibición taxativa de escupir en claustros y pasillos del convento como venía siendo uso y norma consentida. Los frailes más viejos se sublevaron contra una medida totalmente incomprensible para ellos (¿a dónde vamos a llegar, si ya no te dejan ni escupir?) y tardaron lo menos tres años en ir remitiendo en este hábito y en el derecho del ecupitajo orillado a la pared. También en hoteles pif y de librea se ponían por los suelos de salones y pasillos unas escupideras de latón pulido que no sólo consagraban el derecho a escupir, sino que tentaban a encestar el gargajo con un arte harto difícil. En el Hostial de San Marcos aún se ven estas escupideras, pero llenas de arena blanca como la que ponen para que meen los gatos.

tracking