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Los leoneses de Riego

El archivo de los liberales leoneses

El Archivo Histórico recibe la donación de los archivos familiares de los Álvarez Acevedo, la familia que participó en las grandes gestas liberales de los siglos XVII, XVIII y XIX

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León

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A nadie se le escapa que León siempre ha jugado un papel fundamental en los movimientos liberales y revolucionarios. Durante este año, La Revista viene realizando un análisis pormenorizado del papel que jugaron los anarquistas leoneses, pero la provincia, el Reino, si volvemos la vista hasta las Cortes de Alfonso, es la cuna de numerosos próceres que lucharon porque España no se hundiera en la oscuridad del Antiguo Régimen. Entre ellos cabe destacar a Muñoz Torrero, Rodríguez Padrón. Lázaro Bardón, Fernando de Castro, Francisco Fernández Blanco y, por supuesto, Gumersindo de Azcárate.

La ilustración española tiene mucho que agradecer al universo leonés. En su ensayo Tierra de Libertades, Rogelio Blanco se refiere por ejemplo a una de las figuras más deshonestamente olvidadas del pensamiento español, el padre Sarmiento. «Al mismo tiempo que Voltaire, y con vigilancia de la Inquisición, rechaza de modo contundente la pena de muerte y cualquier manifestación de barbarie humana; por otro lado, condena todo tipo de castigo, sobre todo los llegados de los maestros y padres hacia los jóvenes», explica el filósofo. Su valentía intelectual le llevó a criticar con dureza a la universidad como lugar de «disputas huecas y de escaso raciocinio» y denunció el aislamiento de España.

El palacio actual de la familia Álvarez Acevedo, en Otero de Curueño, se construye en el siglo XVI. Durante los siglos XVI y XVII el mayorazgo se consolida con la adquisición de la Posada del Peine

Ahora, ‘los pliegos’ de una de las familias más relevantes para el liberalismo español, los Álvarez Acevedo, procedente de Lois y Otero de Curueño, desembarca en el Archivo Provincial. Es una de las más relevantes de León. Los herederos, según subraya la directora del Archivo, Eva Merino, han cedido todo sin contrapartida alguna, en un gesto que demuestra que la cultura filantrópica de los Acevedo no terminó en el siglo XIX. Y es que, como recuerda Merino, el perfil de esta saga es extraordinario.

Su mecenazgo hacia los necesitados y el empuje que con su apoyo económico dieron al desarrollo cultural de las clases más humildes de la provincia es digna de admiración. Un ejemplo es el de la Cátedra de Lois. Su singularidad radica en que albergó una iniciativa didáctica puesta en marcha en el siglo XVIII. La Cátedra fue fundada por Jerónimo Rodríguez-Castañón Valbuena como Estudio de Gramática con objeto de favorecer la formación de jóvenes de Lois y su comarca». Éste había residido en el Colegio Mayor San Ildefonso de la Universidad de Alcalá y quiso traer a su pequeño pueblo el modelo educativo universitario que había conocido y disfrutado. Así se dio educación «de balde» a los alumnos de Lois y Maraña», con el latín como lengua vehicular; alargando su vida hasta el cercano siglo XX.

La documentación que ahora atesora el Archivo comienza en Adriano de Ordás, fundador inicial del mayorazgo y de la Capilla de la Santísima Trinidad de Otero, beneficio que se mantendrá hasta la desamortización. Pero es en el siglo XVI cuando la familia Ordás se vincula a la familia Álvarez Acevedo —relacionados a su vez con la familia Rodríguez Castañón— y se crea el mayorazgo e institución de beneficios.

Leoneses en la RAE

Alonso Rodríguez Castañón, académico de la RAE, desarrolló prácticamente toda su labor profesional en la Universidad y salió muy tempranamente de Lois. De hecho, con 15 años ya estaba en la Universidad de Oviedo. La mayor parte de su vida se desarrolló en Alcalá, donde permanece hasta 1724, año en el que es nombrado fiscal de la Audiencia de Sevilla, donde muere en 1725. Ingresó en la RAE en 1717, institución en la que ocupó el sillón C, vacante desde la muerte, en 1714, de Gabriel Álvarez de Toledo. Destaca Marta Prieto que tuvo un papel irrelevante en la RAE (parece que acudía poco a sus sesiones y no consta que trabajase en el Diccionario de Autoridades) pero, sin embargo, hay algo que le hace de cita ineludible: instauró la costumbre del elogio del académico fallecido que, desde entonces, realiza su sucesor».

Imágenes: FERNANDO OTERO

En el caso de Manuel Álvarez Acevedo (1684-1734), sustituyó en el sillón T en 1721 a Jaime Solís, que no se había muerto sino que había sido expulsado por incomparecencia, relata. No había nacido en Lois sino en Madrid, donde ya se hallaban sus padres. «Trabajo mucho y bien: papeletizó las Leyes de la Mesta, redactó B ante E para el Diccionario de Autoridades, corrigió C ante A y trabajó en la combinación de letras AU», enumera la profesora. Tanto hizo por la gramática que Fernando Lázaro Carreter afirma que gracias a su perspicacia la RAE adoptó la decisión de separar definitivamente la v de la u.

Un linaje desde el siglo XVI

El palacio actual de la familia Álvarez Acevedo, en Otero de Curueño, se construye, según la asociación de amigos de los Castillos, en el siglo XVI. Durante los siglos XVI y XVII el mayorazgo se consolida, con la adquisición de la Posada del Peine en la calle Vicario Viejo de Madrid y otras casas en Atocha, Hortaleza y San Cristóbal (todas ellas en Madrid). Esto hizo que desplazasen su residencia a la Corte.

En las imágenes, pueden verse planos de la reforma de la Casa-Mesón El Peine, construida en 1862. Esta casa situada en la calle Vicario Viejo de Madrid (esquina San Cristóbal) era una de las propiedades que la familia Álvarez Acevedo tenía en Madrid. Alquilaban las habitaciones y tenían en ella un mesón y tiendas. También puede verse un estadillo de precios de hilaturas. Y es que en Otero de Curueño esta familia tenía una herrería desde el siglo XIV. En los años 50 del XIX Mariano Álvarez Acevedo viaja a Londres, París y Ámsterdam con el fin de documentar el cambio de uso de la herrería que estaba en declive.

La familia contó con varias generaciones de políticos que desempeñaron altos cargos en la capital y tuvieron un papel decisivo en muchos momentos de la historia. El primero de ellos, Baltasar Álvarez Acevedo (1655-1725) hijo de Lupercio Álvarez Acevedo y Reyero y María Díez Canseco y Estrada fue presidente del Consejo de Hacienda, consejero de Castilla, caballero de la Orden de Santiago y abogado general del Consejo de Indias. Se licenció como abogado y fue fiscal de la Comisión del Real Bolsillo en el momento en el que se realizaron las reformas de las plantas de los consejos y audiencias en los primeros años del reinado de Felipe V. Fue nombrado abogado general del Consejo de Indias en 1710 y en 1714 presidente del Consejo de Hacienda, ascendiendo al Consejo Real de Castilla en 1720.

Mariano Álvarez Acevedo participó junto con su tío Federico Castañón contra las partidas realistas levantadas en la montaña leonesa. También participó en la Primera Guerra Carlista, luchando a las órdenes del general Espartero

Su hijo Félix María Álvarez Acevedo estudió cánones en las universidades de Salamanca y Orihuela, en la que obtuvo los títulos de licenciado y doctor. En 1804 fue abogado de los Reales Consejos y en 1807 ingresó en el ejército como caballero guardia de corps. Tomó parte en la Guerra de la Independencia desde las primeras acciones de 1808, alcanzando el grado de teniente coronel en mayo de 1809 y ascendiendo a coronel poco después. Fue condecorado por su participación en la defensa de Astorga en 1810 y declarado benemérito de la patria en 1811.

Félix María Álvarez Acevedo Tomó parte en la Guerra de la Independencia desde las primeras acciones de 1808, alcanzando el grado de coronel y Fue condecorado por su participación en la defensa de Astorga

En 1820, destinado en el regimiento de infantería de Granada colaboró en el pronunciamiento liberal de 21 de febrero en La Coruña. Fue designado miembro de la Junta de Gobierno constituida ese día y nombrado comandante general de Galicia. Al frente de las tropas liberales, proclamó la Constitución en Santiago de Compostela el 24 de febrero y realizó la persecución de las fuerzas absolutistas, donde perdió la vida. Su nombre se inscribió en el Salón de Cortes. Su hermano Francisco Álvarez Acevedo fue vocal de la Junta Suprema del Reino de León y diputado en las Cortes de Cádiz. Como su hermano fue un político liberal destacado durante la Guerra de la Independencia por su gestión de las milicias en las montañas leonesas.

Pero, sin duda, la figura central de la saga fue Mariano Álvarez Acevedo. Destaca Rafael Serrano en el Diccionario de la Real Academia de la Historia que siendo adolescente participó junto con su tío Federico Castañón contra las partidas realistas levantadas en la montaña leonesa. También participó en la batalla de Escaro, en la Primera Guerra Carlista, luchando a las órdenes del general Espartero.

Particularmente afecto a la Milicia Nacional, tomó parte en diversas insurrecciones que protagonizó este cuerpo armado en la capital leonesa durante el Trienio esparterista. Inició su carrera parlamentaria durante la Década Moderada, en que salió elegido diputado por el distrito de Riaño en 1850 y 1851, se alineó en la Cámara con la minoría demócrata de Rivero, Orense o el también leonés Ordax Avecilla, con quien tenía lazos de parentesco. En estos años se dio a conocer también como propietario innovador, inventando un nuevo arado en línea con los de Reynoso, Pascual Asensio Hidalgo de Tablada, entre otros.

Exilio en Portugal

Participó en la revolución de julio de 1854 y fue nombrado subinspector de la Milicia Nacional en León. Resultó de nuevo elegido diputado a Cortes por esa provincia. El final abrupto del bienio le llevó a exiliarse en Portugal tras haber secundado una nueva rebelión de la Milicia. Se encontraba en su pueblo natal cuando supo del pronunciamiento de la Marina contra Isabel II en la bahía de Cádiz y en torno al 20 de septiembre de 1868 levantó una partida con sus deudos y amigos para sublevar la montaña leonesa. Con ella entró en la capital provincial el día 30, y fue nombrado presidente de la Junta revolucionaria y luego gobernador, todo ello a pesar de su declarado republicanismo. Fue elegido diputado por su provincia en 1869, pero sería más tarde privado del acta al secundar la insurrección federal del otoño de ese mismo año, haciéndose cargo del levantamiento en Asturias y León. Hecho prisionero, fue recluido en una prisión militar y murió en Madrid sin llegar a conocer la proclamación de la República.