Ovejero disecciona la fragilidad humana
En un escenario indeterminado, hostil y asfixiante, donde lo que prima es sobrevivir, sitúa el escritor José Ovejero a los protagonistas de ‘Humo’, su última novela, donde, de la mano de unos personajes complejos y primitivos, el lector «sentirá con ellos» su angustia y belleza, pero no los «juzgará».
pilar martín
Eso es lo que ha pretendido Ovejero con esta novela «muy corta» (Galaxia Gutemberg) pero que da espacio «a la complejidad de los personajes», cuenta Ovejero sobre este libro oscuro pero con fuertes destellos de luz, esa que buscan la mujer y el niño que transitan por estas páginas. Dos seres a los que el escritor (Madrid, 1958) no da nombre y a los que sitúa en un espacio atemporal y sin identificar porque lo que importa en «Humo» son ellos, sus sentimientos, sus negaciones, su huida hacia algo mejor porque el entorno que ha construido para ellos es hostil y asfixiante. «Una de las cosas que desde el principio pretendía es que los lectores se sientan como si estuvieran dentro de ella, es una novela muy de sensaciones, que te quedas con las cosas pegadas a la piel, y quería construir esa burbuja en la que vean y sientan con ella, y por eso creo que de una manera casi instintiva fui prescindiendo de explicaciones», afirma.
Por eso, porque se trata de una novela sensorial, Ovejero no ha querido «romper esa burbuja» con el objetivo de que los lectores no «opinen ni juzguen» los actos de sus personajes. Según recuerda, como casi siempre sucede con sus libros, la idea del libro nació con una imagen, la de una mujer en una cabaña rodeada por abejas. Y así es como arrancan estas 144 páginas en las que, con una mujer quejándose de la presencia de estos insectos mientras un niño, que no es su hijo y del que tampoco sabemos su nombre, la espera dentro.
Dos seres humanos que se niegan a ser dependientes el uno del otro: «Esta mujer me atrae mucho, no sabemos nada de ella, no sabemos por qué se niega a cualquier dependencia, por qué no establece relación con el niño, por qué niega los afectos, pero luego los afectos son más fuertes que ella y vemos la ternura que siente por el». «Hay una relación muy básica, muy primigenia —añade—no quería que fuese su madre, no quería acercarme a una situación que ya tenemos sus códigos, sino que el niño aparece inesperadamente y lo toma como es, no sabe mucho como es y solo puede comunicarse con sus acciones y sus silencios. Es un niño que me despierta mucha curiosidad pero decidí no saciar mi curiosidad y la de los lectores, pero hay una aproximación y una ternura que llenan la novela».
Unos personajes en un mundo dominado por el hambre, donde el instinto de huir hacia algo mejor es constante en su respiración; pero también una mujer y un niño con muchas caras que son capaces de ver la belleza y sacar la energía de donde parece no haber. Por eso estamos ante unas páginas primitivas que llevarán al lector a recabar en lo importante: «te das cuenta cuáles son las cosas urgentes y ahí hay esa sensación de animalidad en un buen sentido, en esa fuerza y ese deseo de supervivencia, de centrarse en lo esencial». Pese a creer que también al creador de la novela le ha provocado la sensación de asfixia, Ovejero reconoce que desde el principio le ha dado «mucha paz» porque, al contrario de lo que ha sucedido en otras novelas de muchos personajes y escenarios, en «Humo» ha vivido «al lado de los personajes», los ha ido «entendiendo». «En ningún momento me he perdido y no he tenido la sensación de no saber donde iba. Me sentía en paz, ha sido muy agradable», confiesa.
Aunque no se trata de un libro escrito durante el confinamiento, muchos lectores leerán en esa clave estas páginas, algo que reconoce el escritor madrileño. «Por ese bosque, esa cabaña, esas montañas, la evasión y un ocuparse de las cosas que son importantes, y porque la novela tiene que ver con la fragilidad humana y con la capacidad de nuestras fuerzas, ahora cobra otro significado. La escribí justo antes, la entregué al editor en enero de 2020, pero esas sensaciones de fragilidad y de naturaleza que desencaja, ya eran previas a la epidemia», concluye.