Niños afganos, en León
«Los niños son los grandes perdedores de todas las guerras»
El periodista Jorge Melgarejo recopila en un libro las claves de la guerra de Afganistán y recuerda, 35 años después, la acogida que dio León a dos de los 23 niños que trajo a España en los 80 para tratamientos médicos.
«Fue una reacción no tanto de solidaridad sino de rabia, mezclada con una infinita pena». El periodista Jorge Melgarejo rememora, 35 años después, la acogida que dio León a dos niños afganos destrozados por las minas toy mine , poderosos explosivos que los rusos lanzaban en helicópteros camuflados como juguetes. En septiembre de 1986 llegaron a España 23 niños procedentes de Afganistán, un traslado gestionado por este periodista madrileño casado con una leonesa junto a la asociación Prodiecu. Los dos fueron acogidos en casas de León durante las vacaciones y fines de semana en los periodos de descanso del Hospital Niño Jesús, donde eran tratados de las mutilaciones y heridas de guerra. «Ese fue el elemento principal para, de una forma un tanto irresponsable en un principio, comenzara a traer niños para que fueran tratados de las heridas y se les colocaran prótesis a los mutilados, porque al fin, los niños nunca han dejado de ser los grandes perdedores de todas la guerras».
Los niños procedían de aldeas remotas, De los 23 que llegaron a España dos murieron, uno al principio de regresar al país y otro ya de adulto.
León dio un recibimiento «apoteósico» a los dos que llegaron a la ciudad. «El alcalde de entonces, Juan Morano, les recibió y luego les llenaron de regalos. Meses más tarde supo que uno de ellos, al llegar al campo de refugiados, vendió una bicicleta que le regalaron en León para poder comer.
Portada del Diario de León del 24 de septiembre de 1986, con los dos niños afganos que llegaron a León de los 23 que Melgarejo y Prodiecu trajeron a España para recibir tratamientos médicos y ortopédicos. DL Melgarejo publica ahora el libro Afganistán, la guerra enquistad, «un conflicto que es permanente» por la confluencia de «infinitas» etnias y en el que se hablan más de treinta lenguas diferentes. «Toda esa diferencia quedó aparcada con la invasión soviética con consecuencias crueles y letales, produciendo el mayor éxodo del siglo pasado, seis millones de refugiados, un millón y medio de muertos y otros tantos refugiados internos que generaron un gran desequilibrio social. A partir de ahí, las injerencias empeoraron el conflicto y fueron el caldo de cultivo ideal para todo lo que ocurrió después con la llegada de los talibanes».
Melgarejo decidió trasladarse al país en los años 80 «por las tímidas reacciones internacionales ante la invasión soviética, que dejaron el país en el más oscuro abandono. Los periodistas tuvimos un importante papel para dar luz a lo acontecido en cualquier conflicto, lo que resultaba imprevisible es la barbaridad con la que me encontraría allí y los tremendamente penosos medios para cubrir el conflicto».
La situación actual
El libro describe a los principales líderes de la guerrilla afgana, los muyahidines, «con algunos de los cuales compartí momentos épicos, muchos de ellos tomaron luego rumbos muy diferentes, como Abul Haq, indiscutible jefe mililtar del Hesb-e-Islami, que perecería fusilado por los talibán; su hermano Abdul Qadir, ex vicepresidente asesinado en un atentado; y Jaluladin Haqani, que mutó para convertirse en el más feroz líder de los talibanes, encabezando la terrible Red Haqani. Sin olvidar al comandante Amed Sha Massod, el más venerado por los afganos que murió en un atentado fraguado por Bin Laden».
Las mujeres
Si la infancia inocente sufrió los peores efectos de la guerra con la invasión rusa, el «bárbaro tiempo» de los talibanes envolvió a las mujeres en «una injusta y terrible situación». «Pusieron de forma terriblemente radical el purdash, la odiosa fórmula de ocultar movimiento, actividad y comportamiento de la mujer, la convirtieron en un ser anónimo y a poco menos que en nada, tal vez por ello la portada de mi libro lleva esa imagen».
El libro está publicado por la editorial Laertes de Barcelona y las fotografías, de la colección particular del periodista, están editadas en blanco y negro. «130 de ellas forman parte del libro y todo ello corrobora la veracidad de lo relatado». Un relato que recuerda ahora «por lo delicado de algunos temas que se tratan en el libro, fundamentalmente los relacionados con Bin Laden, su ocultación, las complicidades y la creación del movimiento talibán. He dejado pasar el tiempo porque, indudablemente, comprometía a personajes. Por allí las cosas no se resuelven pacíficamente ni con diálogos. Ahora algunas de esas personas ya no están y tengo bastante menos necesidad de contar con Pakistán, uno de los involucrados. Todo ello ha contribuido para que finalmente decidiera contar algunas cosas y volcar toda la experiencia de tantos años ocupado en ese conflicto. Indudablemente me quedan en el tintero algunas cosas, pero creo que allí se quedarán».
Niños refugiados, en Madrid. COLECCIÓN MELGAREJO
Uno de los niños de León. COLECCIÓN MELGAREJO
«Al fn y al cabo, los talibanes fueron creados por los intereses económicos de sus mentores», asegura. El libro comienza por el relato de la historia de Afganistán para seguir con el de la guerra consecuencia de la invasión soviética, el de la lucha y posterior triunfo de los muyahidines, de los combates que favorecieron los intereses de Pakistán, Arabia Saudita, Emiratos y las petroleras norteamericana. «Como dice el viejo adagio, los ejércitos llegan a Afganistán para fracasar y aún está por demostrar si las fuerzas internacionales como las de la USA a la cabeza, escapan a dicha palabra». Melgarejo recuerda que la firma de los acuerdos con los talibanes «para detener la sangría de atentados y la guerra, no dejan de ser más que papel mojado, ninguna de las partes está dispuesta a perder su parcela de poder, y los talibanes, menos».
Los talibanes acaban de rechazas esta semana su participación en un eventual proceso electoral «anticipado» sugerido por el Gobierno afgano como una opción para impulsar las estancadas conversaciones intraafganas, que buscan poner fin a casi dos décadas de guerra.
Menores con Melgarejo. COLECCIÓN MELGAREJO