Diario de León
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León

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josé enrique martínez

Vagamos sin prisa por un cuidado camposanto y nos detenemos en cada tumba con el fin de leer las inscripciones de las lápidas, como si en ellas percibiéramos la voz del que allí está sepultado, que nos relata circunstancias de su vida y de su muerte, nos advierte, nos reconviene o nos interpela: «Puedes pensar, Caminante, que el Destino / es una trampa para ti», «¡Oh, ustedes, jóvenes radicales y soñadores...». Observaremos que unos difuntos hablan de sí y de otros allí enterrados, parientes, ladrones, asesinos, jueces, políticos, médicos, militares... Ese caminar entre tumbas acaso nos evoque el paseo otoñal y melancólico de Rubén Darío y el Marqués de Bradomín por el cementerio madrileño en Luces de bohemia o las conversaciones entre muertos en el camposanto de Comala en Pedro Páramo. Pero en Spoon River cada epitafio es una composición poética en la que el difundo relata en primera persona aspectos de su curso vital con palabra austera, sentenciosa en ocasiones, resumiendo acaso en dos versos una existencia: «La pirámide de mi vida no fue más que una duna, / árida e informe, abatida el final por la tormenta». Estamos leyendo, en realidad, la impresionante Antología de Spoon River, del norteamericano Edgar Lee Masters (1818-1950), un formidable mural que se ha equiparado con la Divina Comedia de Dante. Con traducciones parciales al español, la primera versión completa, que yo recuerde, apareció en 2004 (Cátedra); la segunda completa y bilingüe (Visor), que reseño, se debe a Susana Haug y Jesús David Curbelo. Este último traza un extenso prólogo como refuerzo de una lectura rica y comprensiva; en él trata de aspectos del poemario como la trascendencia del mismo, su enorme éxito, los detractores que tuvo por el uso del verso libre contaminado por la prosa y la lengua coloquial, la poderosa influencia posterior, su relación de herencia y ruptura con la tradición literaria occidental, el amplio espectro social reflejado, la pluralidad de voces que suponen los 243 yoes diferentes que hablan en el poemario y la relación con poetas cuyos heterónimos tendieron a «hacer del hombre solitario una multitud» (Pessoa). Masters refleja, pues, en su Antología, como venimos diciendo, los supuestos epitafios de un pueblo del medio oeste americano, junto al río Spoon, en un cementerio elevado en el que los muertos «todos duermen en la colina», como expresa el ubi sunt? con que se inicia el poemario.

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