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El tesoro leonés que fichó el Archivo Digital del Patrimonio

Las más de 600 páginas del Antifonario Mozárabe de León ya están disponibles para los investigadores

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León

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El Archivo Digital del Patrimonio tiene en su biblioteca el Antifonario Mozárabe de León, una joya bibliográfica que ya puede descargarse en alta resolución para deleite de los investigadores. El tesoro, realizado en el siglo XI, es el único que se conserva completo. A partir de ahora, que cualquier persona pueda consultar y descargarse por internet el antifonario permitirá divulgar un patrimonio musical prácticamente inédito. De esta manera, intérpretes y musicólogos podrán tener acceso a esta obra.

Sin duda, el antifonario es uno de los libros más enigmáticos desde el punto de vista musicológico, ya que sus neumas (notación que se empleaba para escribir la música antes del sistema actual) siguen siendo prácticamente indescifrables.

El manuscrito posee 306 folios de pergamino (330 x 240 mm), generalmente escritos a una sola columna y en letra visigótica; 22 de los folios contienen miniaturas. Fue copiado en el año 1069 por el abad Totmundo, en el monasterio leonés de San Cipriano de Condado y se lo dedicó al abad Ikila, que llegó a ser obispo de León. En una nota en el folio 25, se dice que fue copiado directamente de otro manuscrito de la época del rey Wamba en el año 672. Actualmente se encuentra en laCatedrald e León.

El antifonario presenta la notación musical en neumas sin pentagrama, en notación visigótica

El manuscrito comienza, como es habitual en muchos códices españoles de la Alta Edad Media, con una Cruz de Oviedo (en recuerdo, según la leyenda, de la que se le apareció al rey Pelayo en la batalla de Covadonga) y una miniatura en la que se ve al copista, Totmundo, entregando el libro una vez terminado, al abad Ikila. Totmundo lleva sobre la cabeza el pronombre ille en señal de humildad. Esta representación de la entrega de la obra acabada era también muy frecuente en los primeros incunables. El libro contiene las antífonas cantadas en las fiestas del ciclo litúrgico y de los santos. Es el único antifonario mozárabe que nos ha llegado completo. De otros antifonarios mozárabes, como los dos de Silos, el de San Juan de la Peña o el de San Zoilo de Carrión sólo se han conservado pequeños fragmentos.

El antifonario presenta la notación musical en neumas sin pentagrama, en notación visigótica, y no ha podido ser descifrada hasta el momento, a pesar de los esfuerzos realizados por los musicólogos. Contiene muchas ilustraciones, especialmente escenas de la vida de Jesús. Algunas letras poseen entrelazados que recuerdan mas al arte carolingio que al visigótico.

Tesoros leoneses en el mundo

El Antifonario es uno de los ejemplos de éxito del patrimonio leonés, una provincia que ha visto como sus tesoros se han dispersado por todo el mundo sin que nadie haya salido en su defensa. El Museo Arqueológico Nacional acoge numerosas piezas de la provincia que se habrían convertido en almoneda a no ser por la rápida actuación del ministerio de Bellas Artes. La crisis ha hecho aflorar muchas de las joyas que la Iglesia vendió a finales del siglo XIX y principios del XX o que, simplemente, fueron pasto de bandas organizadas de ladrones. No es aventurado pensar que muchas de las piezas que hoy nutren las salas de subastas de medio mundo fueron proceden de los manejos de una época en la que el patrimonio no se entendía en los términos de herencia cultural de toda la sociedad sino como las ‘rentas’ de las que se nutrían unos pocos privilegiados. Tablas, retablos e iglesias enteras se convirtieron en moneda de cambio, cruzando las fronteras sin que la autoridad hiciera nada para impedirlo.

Por eso, la labor de las comisiones científicas creadas para dotar los nuevos museos del país fueron, en muchas ocasiones, la tabla de salvación del legado histórico leonés.

El beato

Lo mismo ocurrió con los tesoros en papel, incunables, legajos y libros que tuvieron que afrontar el destierro a manos —en la mayoría de los casos— de los reyes y que ahora moran en instituciones como la Biblioteca Nacional, la Biblioteca de Alcalá de Henares o la Real Academia de Historia.

Uno de los ejemplos más importantes de este exilio es el Beato comentario al Apocalipsis, escrito por Facundo en 1047, el único que no se copió para un monasterio entre los siglos X y XI. Fueron los monarcas Fernando I y Sancha quienes encargaron la obra junto con otras, en un mecenazgo cultural que tenía a la vez un interés religioso y político. códice quedara en el aula regia hasta 1063, momento en que se trasladaría a la basílica de San Juan Bautista de León, que pasaba a denominarse de San Isidoro, al albergar las reliquias del Detalle del Fuero Juzgo, que data del siglo XI. El Beato permaneció en la Basílica hasta al menos 1572. Después de eso, comenzó un largo destierro hasta que terminó en manos de Felipe V. Destaca la profesora María José Martínez Ruiz, del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, que otro de los libros que se sacó de León fue el Libro-juzgo, escrito en 1058. Asimismo, recuerda que las Obras de San Isidoro llevadas a Madrid por Felipe II nunca fueron devueltas. También de León desapareció la Biblia segunda del siglo IX en letras visigóticas que contiene los cánones y que, según defiende la investigadora, pudiera ser la que existe en la Real Academia de la Historia.

La Historia del Cid Campeador con el título Incipiunt gesta Roderici atribuida al canónigo don Pedro Fernández de Castro en los albores del siglo XIII también abandonó León, lo mismo que el original del Cronicum Mundi , que fue llevado a Madrid el año 1565. Los Milagros de San Isidoro se conservó en la Colegiata hasta el reinado de Juan II, que se lo llevó para leerlo y que nunca devolvió. Lo heredó su hija, Isabel La Católica y terminó en manos del regente, el Cardenal Cisneros.