Diario de León
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León

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josé enriqque ,martínez

Si Antonio Gamoneda nació en Oviedo y desarrolló su vida y su obra en León, por contra, poetas de nuestra tierra han visto crecer su vida y escritura al lado del Cantábrico, casos de Luis Miguel Rabanal, Francisco Álvarez Velasco y la poeta que hoy nos ocupa, Antonia Álvarez, babiana que reside en Gijón, lugar en el que ha ido elaborando una obra consistente desde que en 2006 publicara La mirada del aire. El último libro, Cauces, se articula en dos secciones en contraste «Cauces de luz» y «Cauces de amor y dolor». Apenas comenzamos a leer la primera sorprendemos la palabra serena y melodiosa de la poeta que, como los árboles que canta, brota de la raíz y asciende hacia la luz, con todas las connotaciones simbólicas que la luz ha ido alcanzando: elevación, esperanza, aspiración vital... Lo percibe, con fina sensibilidad, en la naturaleza (río, sierra, robles, helechos, colores, sabores, sonidos, aromas...), que no deja de despertar recuerdos de infancia, extrayéndolos de «los abrevaderos del olvido» y encaminándolos hacia «el zurrón de la memoria». Su voz nos hace sentir la belleza natural y la fruición de la misma, alguna vez con la instantánea del haiku: «Flor del invierno. / En la paz de los campos / se abre la nieve». La poeta siente incluso el deseo de identificación con lo natural («no despertar del sueño de ser árbol»), además de que le sirva como lección poética y vital de desprendimiento de lo accesorio: «Desechar el duramen... / y desgajar despacio la corteza / hasta que solo quede la palabra, / la palabra en raíz, sin rama alguna: / alma verde del mundo / aleando hacia la luz», luz que no oculta, en el breve poema final el temblor o barrunto de la nieve, imagen sin duda de la muerte: «Porque me sé raíz / con el tiempo trepando hacia la luz, / presiento el blanco frío de la nieve».

Luz» es también la palabra que cierra «Cauces de amor y dolor» y por tanto el poemario: «un cauce de sombras / que conduce a la luz». Se prescinde de los elementos naturales y fruitivos anteriores, hay mayor peso reflexivo y se impregnan los textos de fuerte sentimiento temporal que acentúa el poema «Tempus fugit». Y si el amor da pábulo a algunos cantos, es el dolor el que reaparece aquí y allá, por más que haya voluntad de superación; el poema «Rescate», por ejemplo, propone vencer «a las furiosas huestes del olvido» evocando las antiguas labores rurales, las sensaciones que enriquecieron la infancia y hoy nos salvan.

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