Lo que fue, lo que soy, lo que seré
josé enrique martínez
Hay poetas de verso libérrimo (Mestre, por ejemplo) y poetas que acomodan sus versos a un ritmo ajustado, aunque con diferentes variaciones y mudanzas; a estos pertenece el ovetense Javier Almuzara, de cuyo libro Constantes vitales (2004) dimos cuenta en Filandón. Todos los besos son de despedida es el nuevo poemario, y en él observamos, como es práctica en el poeta, el verso medido, el uso de la rima, el soneto con variantes rítmicas y tonales y otras formas tendentes a la regularidad métrica. Todo ello forma parte de una poética consolidada que el poeta asturiano expresa en el poema «Señas de identidad» y en los aforismos que cierran el poemario. Indica en el poema que su aspiración es dar cuenta de «lo que fui, lo que soy, lo que seré». Y en efecto, la poesía de Almuzara es en buena parte introspectiva, una indagación sobre el yo, «el singular misterio de mí mismo», en su camino de ida (la vida) hacia la meta última (la muerte). Es el asunto esencial, pues «la última palabra es de la muerte». Al fin, «todos los besos son de despedida», como reza el título del poemario. Pero no es este el único asunto de la obra; otros aspectos recoge esta poesía cálida, que titula una de sus partes «Cordialmente», donde hallamos poemas breves, especie de pinceladas que proporciona la observación, la experiencia, y donde caben el gracejo, el contraste, la ironía y otras especies retóricas; son pensamientos raudos, como cogidos al vuelo: «Al fin y al cabo, morirse / no debe ser tan sencillo, / que hay quien se muere de pena / y no deja de estar vivo». Cabe incluso la expresión lapidaria, casi de epitafio: «Con su labor cumplida, / venció el que aquí reposa, / pues no perdió la vida; / murió, que es otra cosa»; es el mismo estilo con que se puede iniciar un soneto para desarrollar después el pensamiento a lo largo de la composición: «Nada de lo que fue fue para nada».
No es extraño este modo epigráfico en un poeta en el que la muerte está tan presente que transcribe algunos epitafios, uno de ellos extraído del cementerio leonés de Robledo de Fenar: «Quererte fue muy fácil, olvidarte / será imposible». Apuntala su sentido de la poesía en los aforismos finales, de los que extraigo aquel en el que pide a la poesía, entre otras cosas, que le dé «un discurso ordenado y lúcido, preciso y bello, claro y sugerente, no balbuceos chamánicos, ni circunloquios etílicos... y aparta de mí el cáliz de la pereza mental servida como hallazgo surrealista».