La milenaria calzada de Crémenes ya es accesible
Maruja y Carmen, abuelas de la calzada romana inclusiva
Hace más de dos mil años los romanos abrieron un paso a la vera del Astura para conquistar a las tribus cántabras. Ayer una legión de gente solidaria hizo la gesta transformar una senda montañosa en un camino accesible para personas mayores y jóvenes con movilidad reducida e invidentes por la Calzada Romana de Crémenes.
El hito fue doble. Cuatro personas con movilidad y visión reducida y nula surcaron los diez kilómetros de la Calzada Romana de Crémenes movidas por la fuerza de la solidaridad. Y la mayoría de los que participaron en la VI Ruta Inclusiva de Crémenes rompieron el maleficio del covid, tras quince meses sin pisar la montaña en grupo.
Las tormentas de la noche del viernes, con su abundante aguacero, dejaron paso a un día soleado. Desde Valdoré hasta Las Salas los pájaros amenizaron el paseo en el último fin de semana de ‘mayo pajarayo’.
Las cuatro joëlette que hay en la provincia se convirtieron en todoterreno de «dos caballos con cuatro válvulas», las personas que se requieren para moverlas. «Nunca había pasado por aquí», comentaba Carmen, de 92 años y vecina de Crémenes, que ayer disfrutó de una experiencia única en su vida a lomos de la silla inventada para facilitar el acceso a la montaña a personas con movilidad reducida.
Foto de familia de las personas que participaron en la VI Ruta Inclusiva de Crémenes. FERNANDO OTERO
«Voy muy bien. A ver, cómo no, voy en una silla, vienen tirando por ti, acunándote, no tendría perdón si me quejo», señalaba Maruja, la ‘reina de Argovejo’, desde su ‘trono’ móvil. La mujer, de 90 años, relataba que más de una vez usaron la calzada romana para ir a Cistierna. «Cuando no queríamos esperar al autobús, más que nada porque no teníamos dinero. Esta era la ruta más corta».
Cerca del Pajar del Diablo rememoró el triste destino de una pareja. Un muchacho que iba a casarse con una moza de Argovejo, que se quedó compuesta y sin novio. A«Al pasar por el Pajar del Diablo lo cogió inclinado y tiró, tiró y tiró hasta que se cayó al río y allí se ahogó».
Carmen descubrió, a sus 92 años, la histórica calzada romana de su pueblo. FERNANDO OTERO
Si los romanos que abrieron la calzada a pico y maza levantaran la cabeza se sorprenderían de la evolución de sus lectica o literas y sobre todo de que sus ocupantes no fueran emperadores ni patricios, sino intrépidas montañeras con diversidad funcional como Silvia Lafuente, una veterana del Club Pandetrave, promotor del montañismo inclusivo en la provincia y aliado del Ayuntamiento de Crémenes en la conquista de un nuevo espacio para el turismo accesible.
El club desplegó ayer a su legión de voluntarios y voluntarias para conducir las joëlette —equipos de cuatro personas por cada silla que se van turnando— y las barras direccionales —dos personas en cada una— que sirven de guía a las personas ciegas o con visión muy limitada.
José Manuel, invidente, con la barra direccional. FERNANDO OTERO
«Teníamos ganas de salir», comentó José Manuel, un invidente que añoraba volver a la montaña en grupo tras el parón de la pandemia. «La última vez estuvimos en Fontañán», recordaba. El año pasado no se celebró la ruta inclusiva de Crémenes. «Me emociona ver a toda la gente», señalaba Raúl, después de casi dos años sin salidas debido a la pandemia y a una operación en el tobillo anterior.
Clara, una joven con parálisis cerebral, más contenta cuanto más se mueve la silla, estrenó la joëlette adquirida por el Ayuntamiento de Crémenes con la ayuda de la Consejería de Cultura y Turismo para preparar la ruta accesible a personas ciegas y sordas mediante una aplicación móvil que recoge todos los contenidos culturales y paisajísticos en lengua de signos y grabación de voz. Ayer no hubo necesidad de encender el móvil. La ruta inclusiva contó con la presencia del historiador e investigador de la zona Siro Sanz, autor de los textos que se han incorporado a la aplicación Calzada Romana de Crémenes, disponible en IOS y Android y en las plataformas que utilizan las personas sordas y ciegas.«Es un resto arqueológico romano de una obra ingente de nuestros antepasados», dijo Siro Sanz sobre la calzada al llegar al Pajar del Diablo, nombre que no alude a un almacén de paja de Lucifer sino que viene del latín palia (agua), aclaró.
Clara alcanzó la primera el hito de la Encisa. FERNANDO OTERO
La magnitud de la obra se comprende mejor si se compara con la carretera de Sahagún a Arriondas, construida a finales del siglo XIX, pero con dinamita. La Entrecisa, una roca cortada para abrir el paso, es el ‘monumento’ más emblemático de la calzada. Si en los primeros tramos las aguas del Esla son el espejo lejano de los caminantes, desde la Encisa, o Cisa, como dicen algunos vecinos, se expande una vega espectacular teñida del verde explosivo que ofrece el renacer de la primavera.
Vecinos de la montaña oriental y urbanitas, gente de todos los oficios y edades, desde niños a abuelos, compartieron una jornada especial para todos y cada uno. El grupo de Asprona cumplía más de 15 meses sin una salida colectiva al campo. Lo agradecieron.
A la silla la reina
El objetivo es que la ruta accesible Calzada Romana de Crémenes sea utilizada por grupos de amigos y familias que quieran hacer el paseo por su cuenta, por lo que el ayuntamiento pone la silla y la barra direccional a disposición para este fin. Dos herramientas que han derribado las barreras del montañismo para las personas con diversidad funcional y que requieren formación y entrenamiento.
El Club de Montaña Pandetrave introdujo la barra direccional, en León hace más de una década. Todo comenzó cuando un amigo perdió la vista. Descubrieron el invento de Juan Antonio Carrascosa y empezaron a formarse. Con el paso de transporte consiguieron la primera silla adaptada para trecking, invento de un francés apellidado Joëlette, de ahí su nombre, a través de la Federación de Montaña de Castilla y León. Ya son cuatro con la del Ayuntamiento de Crémenes, otra de la Diputación provincial y la cedida por Asprona. Pandetrave ha hecho escuela de montañismo y solidaridad. Oro humano.