Diario de León
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Al abandonar su país de origen para establecerse en otro, las personas migrantes experimentan una serie de pérdidas emocionales y unas sensaciones a las que no saben poner nombre. Es el «duelo migratorio», que, unido a las consecuencias de la pandemia, es una «bomba» para quienes viven lejos de su hogar.

La psicóloga Celia Arroyo lo descubrió por casualidad tras tratar a una mujer marroquí víctima de violencia de género, de la que pensaban que podía estar «radicalizándose», pero que simplemente «echaba de menos sus raíces».

Es un síndrome invisible, que, según Arroyo, no se estudia ni siquiera en la carrera de Psicología, pero que afecta a numerosas personas que «no son conscientes de que van a perder muchas cosas» de su propia identidad cuando se marchan al extranjero, en ocasiones, bajo una idealización promovida por programas de televisión.

Cuando llevaba siete años en Londres, el madrileño Javier Moreno leyó un artículo de Arroyo y se sintió «identificado» con lo que contaba, ya que había comenzado a echar de menos «muchas cosas de España» e incluso sintió la necesidad de «reconectar con sus raíces» apuntándose a un grupo de flamenco.

VIVIR ENTRE DOS TIERRAS

Movido por la curiosidad, investigó más sobre el tema y decidió plasmarlo en un documental. Así nació el proyecto ‘Entre dos tierras’ (disponible en plataformas como Filmin y que se ha extendido a un podcast), que muestra 17 perfiles diferentes de migrantes españoles en Londres, entre los que se encuentran recién llegados, gente que lleva «muchísimos años», y personas que han retornado a España.

«Queríamos mostrar a gente que se encuentra en diferentes fases de la migración para podernos hacer una idea global de lo que significa migrar», dice Moreno, que contó con la ayuda de la propia Arroyo y otros psicólogos como Joseba Achotegui, que estableció los siete tipos de «duelo migratorio» que existen y que estructuran el documental.

Los migrantes experimentan duelos relacionados con «la familia, la lengua, la cultura, el contacto con el grupo étnico, la tierra, el estatus y los riesgos físicos». Moreno relata que estar tras la cámara ha sido una especie de «terapia» en la que se ha dado cuenta de que todos tienen «algo en común» que los une: la pérdida de todo lo relacionado con su país.

Sin embargo, Arroyo indica que el duelo migratorio depende de los «recursos psicológicos de cada persona» y «no afecta a todo el mundo por igual».

La pandemia del coronavirus «ha adelantado esa idea de volver para muchos de los que estamos fuera de España, porque nos hemos dado cuenta de que la vida tiene una fecha de caducidad»; y, en definitiva, replantear qué quieren hacer con su vida.

Lo sabe bien Del Rincón, que hace un año era guía turístico y autónomo, pero, con el cierre de fronteras internacionales, su compañía cerró y tuvo que reinventarse.

Arroyo explica que lo más sorprendente del «duelo migratorio» es que «paraliza» los proyectos de vida de quienes lo sufren y hace que vivan incómodos. «Tienen en casa cuatro sillas y no se compran un sofá, no porque no puedan, sino porque supone echar raíces» y rompe con su idea de volver.

Incluso Moreno, que lleva en Londres una década, anhela regresar algún día a España. «Me gustaría volver, retomar mi trabajo allí y poder disfrutar de mi familia, de mis amigos y de mi país, que después de 10 años todavía lo sigo echando de menos».

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