La Castilla sefardita
brian bujalance
Reconstruir el pasado y recordar nombres olvidados para contar las vivencias de las comunidades sefarditas en la Castilla del siglo XV es «un proceso arduo», dice Diego Crelgo Alonso, que ha publicado Los nombres en silencio para «desenterrar» su historia del olvido. Publicado por Alamut Serie Histórica, es el primer libro de Crelgo, licenciado en Ciencias Físicas, pero, sobre todo, amante de la Historia. «El vínculo histórico-artístico es anterior a la formación que tengas», explica en una entrevista con Efe.
Remontarse siglos atrás no ha sido fácil. «La investigación ha sido un proceso bastante arduo porque no solo ha sido sobre el marco histórico. En este caso tiene mucho peso el misticismo y la religión judía. Descubrirlo, investigarlo y ver la importancia que se le daba a la palabra escrita lleva tiempo, aunque es muy satisfactorio y enriquecedor».
La novela comienza en 1488 con la desaparición de una joven llamada Raquel en una judería y la implicación en su búsqueda del filósofo Samuel Colodro, justo después de la Guerra Civil en Castilla entre los partidarios de Isabel la Católica y Juana la Beltraneja. «La memoria colectiva tiende a veces a olvidar los vínculos con otras culturas que vivieron. No hay una referencia clara a ellos. Concretamente en algunos lugares quedó borrada». Por ello, la importancia que tuvo la sefardita en zonas como Zamora lo llevaron a crear una historia que transcurre entre la capital zamorana y Toro, lugares «muy vinculados» a su niñez. El punto de partida de esta «motivación personal» es el convento dominico Monasterio de Sancti Spiritus el Real de Toro (Zamora), construido sobre unos terrenos que se le arrebataron a la judería.
En la sala capitular se sitúa sobre el suelo una estrella de Salomón de ocho puntas relacionada con las que aparecen en muchas sinagogas, «un elemento judío, aparte de andalusí, que me llamó la atención, una pincelada discordante en un sitio que no debería estar», añade. Crelgo ha utilizado documentación disponible sobre la época y la construcción del convento y ha añadido «un poco de imaginación y mentira», combinando personajes reales con ficticios.