Los oídos de la pandemia
Ana Garcés está al frente del programa Cruz Roja Te Escucha en León
Ana Gaitero
LEÓN
El 15 de marzo de 2020, al día siguiente de comenzar el estado de alarma por la pandemia, Cruz Roja de León puso en marcha para atender a la población más vulnerable vía telefónica. A las pocas semanas se convirtió en el programa Cruz Roja Responde.
El programa de mayores, las personas atendidas por adicciones y población del entorno asociativo de Cruz Roja fueron los colectivos diana del comienzo. «A partir de estas llamadas iniciales detectamos demandas concretas como el problema de acceso a alimentos y medicación y planteamos atender a la persona de manera más integral porque de esa demanda previa venían otras situaciones: soledad, incertidumbre, miedo, ansiedad,,, preocupación por familiares que estaban en residencias o problemas de convivencia u otros relacionados con el cuidado de los hijos», explica Ana Garcés, responsable del programa de acompañamiento psicológico y social Cruz Roja Te Escucha que nació el 7 de abril para dar continuidad a la tarea. Se trataba de responder a las necesidades, pero también de hacer entender que la situación requería una actitud proactiva para superar el bache.
Desde entonces hasta el 15 de junio se han realizado 876 intervenciones y atendido a 275 personas. Al principio se llevaban kit de alimentos y se empezó a colaborar con el servicio de Farmacia del Hospital de León para llevar los fármacos hospitalarios a los domicilios. La situación extraordinaria de confinamiento, a la que nadie se había enfrentado hasta entonces, fue marcando las necesidades. Todo era nuevo y había que buscar herramientas para prestar apoyo a personas muy mayores que, a pesar de tener autonomía y ser muy activas, quedaron en una situación de vulnerabilidad y de peligro en medio de la pandemia. Personas que viven solas y para quienes las actividades sociales eran puntales en su vida se vieron privadas de esa muleta que el personal de Cruz Roja sustituyó con escucha.
«Su único contacto con el mundo a veces era la televisión y las noticias eran alarmantes», explica Ana Garcés. A medida que se prolongaba el estado de alarma vieron cómo se resentía el sueño y la salud emocional de las personas. Orientar y acompañar cuando hay necesidad de ventilación emocional, trabajar relajación a través del teléfono, ayudar a gestionar una cita médica, dar pautas para hacer actividad física en casa...fueron algunas de las rutinas establecidas.
No había horarios. A algunas personas se las llamaba antes de dormir para ver cómo había ido el día, hacer la relajación, invitar a preparar una infusión... «El objetivo era que las personas salieran del efecto túnel que genera un nivel de ansiedad muy alto», explica Garcés.
«Muchas personas pasaron de no poder dormir a la alegría de conseguirlo», gracias a poder comunicar, hablar, sentirse escuchados y que les dijeran que lo que les ocurría era normal en la situación que estaba viviendo el mundo por la pandemia.
En el ámbito rural la acción proactiva de las personas usuarias fue más compleja. «Las personas mayores están acostumbradas a resolverse sus cosas como pueden o piensan que otros lo necesitan más», apunta la coordinadora. Para todas las personas, «saber que si les ocurre algo, alguien se va a enterar ya genera tranquilidad», añade. Cuando el confinamiento terminó el programa vio la necesidad de continuar: «Había que trabajar el miedo a salir, el uso de la mascarilla... Conforme la pandemia ha ido avanzando se han ido trabajando diferentes cuestiones».