Diario de León

Un general, un resbalón y un museo

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León

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alfonso garcía

Con un inicio al estilo de los cuentos clásicos, «había una vez un plátano». Y, claro esperaba que alguien lo comiera, que es el destino de todos los plátanos: «A un plátano no le pasa nada en la vida hasta que se lo comen». Pero el de esta historia –«gordo, amarillo, perfumado»- era especial. Aventurero y lleno de imaginación. Juan Haragán —«un vago, un pícaro, un inútil»— agarró un día el plátano del racimo y salió corriendo. Lo comió junto a la catedral y tiró la cáscara al suelo.

En la catedral estaba el general que mandaba en el país de Juan y del plátano. «No mandaba bien, mandaba mucho». Al salir del templo, pisó la cáscara, «resbaló y se cayó de culo». Entonces «el General se sintió tan ridículo en el suelo, con su oropel, su espadón inútil y sus medallas de pacotilla, que le dio un ataque de rabia y se murió». Fue entonces cuando todo el mundo se rio y Juan fue paseado a hombros como un héroe.

Así fue como «el plátano se hizo famoso y lo guardaron en un frasco de cristal blindado con un letrero que decía: Plátano Patriótico». Acaba así el cuento del escritor cubano: «Y como el nuevo presidente empiece a ponerse mandón y a coleccionar medallas, estoy seguro de que, de repente un día, el plátano se escapa de su frasco de cristal blindado ¡y vuelve a las andadas!».

Una historia curiosa y original, con una buena dosis de imaginación, contada con una prosa limpia y sencilla, aunque se sospecha detrás de ella un escenario lleno de simbolismos y referencias que le dan fuerza frente a los que mandan de forma irracional. El carácter narrativo de las ilustraciones, muy apropiadas para este tramo lector, muy abundantes y desenfadas, están llenas de color y expresividad.

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