«La novela negra es un armario muy grande»
l María Oruña recupera a Valentina Redondo para resolver un crimen de ‘habitación cerrada’
césar coca
La presidenta del Club de Tenis de Santander ha invitado a ocho personas a una cena en una goleta que navega por la bahía. Pero no llegarán a sentarse a la mesa, porque la anfitriona, que se ha retirado un momento a su camarote, aparece muerta.
Ha recibido una cuchillada y el problema es que la puerta estaba cerrada por dentro, la escotilla había sido bloqueda previamente y los invitados se encontraban todos en el salón. ¿Cómo se resuelve un crimen imposible? María Oruña ha recuperado al personaje de la trilogía de Puerto Escondido, la teniente de la Guardia Civil Valentina Redondo, para resolver el caso más endiablado de su carrera. En Lo que la marea esconde (Ed. Destino), Oruña homenajea a la novela de ‘habitación cerrada’, un clásico de comienzos del siglo XX del que Agatha Christie y Gaston Leroux fueron maestros indiscutibles.
—Cuando publicó ‘El bosque de los cuatro vientos’, anunció que tenía escrita la siguiente novela con Valentina Redondo, que protagonizará también la próxima. ¿Sigue con el plan?
—Sí, y la llevo muy avanzada. El trabajo estaba previsto pero la pandemia retrasó la publicación de El bosque de los cuatro vientos y por eso han pasado tan pocos meses hasta el lanzamiento de Lo que la marea esconde. En la próxima habrá otro cambio de registro en cuanto a la temática.
—¿Era un reto pendiente una novela con un escenario tan reducido y tan pocos personajes?
—Mi reto no es tanto recortar personajes y espacios como probar con un estilo diferente. En esta novela homenajeo a los textos de finales del XIX y comienzos del XX por el tipo de crimen que se plantea y los personajes y el ambiente burgués, un cierto tipo de frase efectista, la inclusión de un plano de la goleta para que el lector se sitúe...
Pero ese homenaje lo hago reinventando el registro y adaptándolo a mi estilo.
—Sin embargo, para el lector todo está muy acotado. Hay pocos candidatos a ser el asesino.
—En este caso ha sido más sencillo poner pocos personajes porque así es más fácil explicar por qué todos ellos pueden odiar, o al menos malquerer, a la víctima. Yo aporto las motivaciones que pueden tener y luego dejo que el lector dibuje incluso el carácter de la muerta a través de lo que dicen los sospechosos, que hablan mal de ella.
—¿Hasta dónde llega la influencia de Agatha Christie?
—Ella decía que su ideal era un texto de unos 50.000 caracteres y yo suelo manejarme con el doble. Agatha Christie perfilaba muy poco a sus personajes y eso ya no es posible en la novela de hoy. De las suyas, creo que la novela a la que más se aproxima la mía es Diez negritos. A mí la que más me gusta de este subgénero es El misterio del cuarto amarillo, de Gaston Leroux, porque tiene un investigador original y porque es el autor que menos trampas hace.
—¿Usted no las hace?
—No en el sentido de que en mis novelas no hay nada fantástico en la resolución. Todos los datos forenses y científicos son veraces.
—¿Cómo se le ocurrió un crimen así?
—-Lo más difícil no ha sido la resolución porque ya pensé en algo así hace 17 años, cuando no era escritora. Durante un viaje conocí una historia que me llamó la atención y se quedó dando vueltas en mi cabeza. En realidad, el problema mayor ha sido buscar por qué los invitados querrían matar a esta mujer sin que sus motivos resultaran exagerados, y que el lector juzgue si son válidos. Judith, la víctima, era molesta, odiosa... ¿si hubiese sido un hombre no sería admirado como un tiburón de los negocios y un exitoso mujeriego?
—¿Una novela así se construye siempre de atrás hacia delante?
—Sería una locura comenzar a escribir sin saber exactamente cómo se resuelve el crimen. Aunque existan distintas capas en el texto –por ejemplo, aquí hay una sobre la vida sentimental de la protagonista, es preciso tener la solución para dar coherencia y ofrecer datos para no decepcionar al lector con una resolución que no sea verosímil.