Un cuento tradicional con moraleja feminista
La rata que nunca fue presumida
'La verdadera historia de la rata que nunca fue presumida’, de la leonesa Ana Cristina Herreros, con ilustraciones de Violeta Lópiz, desmonta el mito de la ratita devorada a causa de su coquetería. No se trata de una adaptación feminista del siglo XXI, sino de una recreación del cuento tradicional recogido en el siglo XIX por el archiduque Luis Salvador en la isla de Mallorca.
Casi todo el mundo conoce el cuento la ratita presumida, pero la verdadera historia de la rata es que no era presumida. En la historia que Ana Cristina Herreros (Ana Griott) rescató de las Rondaies mallorquines del archiduque de Austria, Luis Salvador, la rata «no se compra un lazo sino un repollo para construirse una casa. Y no se la comen por ser presumida, sino porque elige mal». No es un cuento adaptado a la era feminista, aunque encaje como anillo al dedo en esta época. Lo singular es que en la tradición esta historia servía a las niñas para aprender a elegir, no para censurar su coquetería.
«Es una versión antigua que no ha pasado por el tamiz de las monjas y su educación para señoritas que iban a convertirse en buenas esposas recatadas», explica Ana Cristina Herreros, filóloga de formación, editora de profesión y cuentista de vocación.
El cuento de la ratita presumida, según su investigación, se popularizó en las escuelas de niñas a mediados del siglo XIX con la ley Moyano, que se propuso acabar con el analfabetismo en España —estaba por encima del 94%— y su eclosión coincidió con el auge en España de órdenes religiosas procedentes de una Francia que secularizó su enseñanza y ya no tenía cabida para ellas.
«Las órdenes religiosas femeninas fundan colegios para niñas en los que el objetivo era educarlas para que fueran buenas esposas, recatadas, para que no dieran lugar a que los maridos perdiesen el honor», explica Herreros. Las monjas venían imbuidas del Romanticismo alemán y del interés por los cuentos populares que esta corriente, junto al auge de los nacionalismos. Es la época de los Hermanos Grimm, que «se dieron cuenta de que no hay cuentos alemanes, porque son iguales que los polacos o que los noruegos o que los franceses, sino versiones alemanas de cuentos que se cuentan en todo el mundo».
Versión original
Las monjas usaron esos cuentos populares y los versionaron para que sirvieran a sus intereses. «Es el momento en que la rata se volvió presumida y se la comen porque se compra un lazo para adornar su cola», apunta la escritora. La versión feminista del cuento no es necesaria porque ya existe. «Hay que volver a las fuentes, a las versiones antiguas», cuenta la autora de la versión moderna de La ratita. «Mi trabajo ha sido buscar versiones antiguas y verdaderas, que hablan un lenguaje simbólico y, por tanto, universal, y elaborar versiones propias, y esa es mi aportación como autora», explica.
En las fuentes originales a las mujeres se les enseña a «elegir bien» y a alejarse de los depredadores, como es el caso de La verdadera historia de la rata que nunca fue presumida . Y es que, en opinión de Herreros, «lo que nos constituye como mujer no es sangrar, sino elegir bien». Los ritos de iniciación a la edad adulta masculinos no tienen equivalentes para las mujeres, que pasan a mujeres en el momento en que menstruan. Ana Cristina Herreros defiende a partir de sus investigaciones sobre la narrativa oral que «los ritos femeninos de iniciación son esos momentos compartidos con madres, tías, abuelas, vecinas... que les enseñaban mediante cuentos a elegir bien», pues «si eligen un depredador pueden estar en peligro».
Ana Cristina Herreros. MIGUEL ÁNGEL INVARATO
Otro caso similar es La Bella Durmiente. En la versión ecogida por Basile en el Pentamerone (1634) «no la despierta el beso de un príncipe sino su hijo, que, buscando el pecho de su madre dormida, le succiona el dedo y le extrae la astilla del huso. El beso del príncipe aparece con la versión moralista y machista de Walt Disney», subraya la filóloga.
Que la versión tradicional, la auténtica y verdadera, coincida con las aspiraciones del feminismo viene a refrendar su idea de que hubo un tiempo en que los ritos iniciáticos de las mujeres se realizaban en torno a la tradición oral, en la cultura leonesa, al calor de los filandones en los que las mujeres transmitían a sus hijas y nietas enseñanzas de empoderamiento mientras hilaban.
Ana Cristina Herreros reivindica el filandón como una tradición femenina y rito de iniciación para las niñas, puesto que «ha habido hombres tejedores, pero no hilan». En Brujas , otro premio nacional de Libros de las Malas Compañías, la ‘griott’ leonesa rescató el cuento leonés de Blancanieves y los siete ladrones y Geografía mágica es otra de sus obras con la cultura leonesa como protagonista a través de la leyenda de la creación del Lago de Isoba.
Las ilustraciones de Violeta Lópiz interactúan con el texto y dejan que vuele la imaginación, pues hay varias páginas sin texto en las que una mujer barre su casa con todo lo que está roto y otra en la que la que se corta la trenza y la ata con la cinta con la cinta roja que simboliza la herida. El cuento no tiene edad y el mensaje lo entienden hasta los niños de cuatro años: «Un niño de esta edad vino a saludarme tras oír el cuento y me dijo: ‘Es un cuento inteligente porque los gatos se comen a los ratones’», afirma la autora y editora. El libro está impreso a cinco tintas y con técnica estocástica (los originales son tela sobre tela) y en papel FSC que proviene de bosques sostenibles. Está hecho en España, solo «imprimos en países con legislación laboral y ambiental», recalca.