Cultivos
Cereal: una pasión que se cosecha
Los agricultores del cultivo de secano destacan la relevancia del legado generacional como puente a la profesión y la importancia de la vocación por la tierra
La cosecha como cada año marca el comienzo del verano. Los más de 5.000 agricultores de la provincia de León se montan en sus cosechadoras y se ponen a trabajar durante jornadas interminables en los campos de cereal. La irregularidad en la climatología y los escasos márgenes de beneficio ponen en jaque a este sector. La pasión por su vocación es el motor que mueve los campos de trigo y cebada.
«Al que le guste pasa los mejores 30 días del verano», explica Carlos de León, de 28 años, natural de Carbajal de Fuentes. Este joven agricultor comenzó a cosechar cuando tenía 18 años y ya lleva más de diez en el sector, gracias a su buen saber hacer ha alcanzado un crecimiento considerable, aunque reconoce: «Con los escasos beneficios que deja el campo, con un par de malas cosechas lo pasas muy mal».
Carlos de León viene de una tradición familiar de agricultores que abarca dos generaciones. «Si no has mamado esto desde pequeño no creo que puedas trabajar en el oficio», comenta el agricultor. Hace años su padre no tenía las mismas condiciones que el tiene hoy, «lo único que había era una New Holland M-135, una sombrilla, tragar polvo y ya ni hablamos del aire acondicionado», cuenta sobre su padre. Hoy las cosechadoras tienen unas mejoras tecnológicas y unas prestaciones mucho más cómodas para los agricultores.
El periodo de la cosecha depende de las lluvias y las temperaturas, pero normalmente ocupan desde finales de junio a últimos de julio. Primero se comienza con la campaña de grano y forraje, en este periodo, los agricultores recogen el grano de la espiga trillando con el peine de la cosechadora. Después, mientras la máquina avanza por las tierras deja en baraño las hileras de paja que posteriormente se procede a empacar. Dentro, la cosechadora separa el grano y lo apila para después guardarlo en los remolques para almacenarlo o venderlo.
5.000 agricultores
El sector se queda poco a poco despoblado, la gente joven marcha a la ciudad. Y los pueblos se vacían
La jornada comienza de madrugada. Con nada más que los focos de la máquina, los agricultores se lanzan a faenar con la presión de que en sus manos manejan los mandos de las cosechadoras que llegan a alcanzar un precio de hasta medio millón de euros. Pese a ser una maquinaria vigorosa y robusta, que trilla el cereal con la facilidad con la que se corta un hilo. Son máquinas muy delicadas que con el mínimo despiste pueden llegar a estropearse y acarrear costosos gastos de reparación a sus dueños. La importancia de tener en el control de las cosechadoras a un profesional es de vital importancia para ellos, Los agricultores adquieren una responsabilidad muy elevada, por eso, la mayoría apuesta en confiar solamente en los miembros de la familia.
«Es un oficio que requiere años de práctica, y no todo el mundo puede entrar», menciona Carlos de León. Este es uno de los motivos por los cuales no hay mucho movimiento entre el número de agricultores en el sector. Sin embargo, las tierras tienden a estacionarse en el mismo legado ya que la sobrevaloración y la baja rentabilidad impiden un crecimiento de un sector que con las mismas medidas podría ser mucho más competitivo en el mercado global. No obstante, las jornadas sin horarios y la dureza del trabajo tampoco ayudan a la incorporación de nuevos jóvenes agricultores, y la despoblación rural pinta el amarillo de los campos un poco más oscuros.
Valderas y el sur de León
Valderas es un municipio en el que predomina el cultivo de secano. Valentín González, un vecino de la localidad que regenta una compra venta de maquinaría y se dedica a tiempo partido a la cosecha del cereal, opina: «Si se fomentase la cuota de regadío, tanto a nosotros los agricultores como a la gente del pueblo esto les supondría un efecto multiplicador en la economía».
Valentín empezó a trabajar en el campo a los 9 años, con el respaldo de cuatro generaciones de agricultores a sus espaldas lleva más de 40 años en la profesión: «He vivido trillar con mulas», recuerda el agricultor. En la actualidad González trabaja con la maquinaria más puntera, la cosechadora asienta un gran avance tecnológico y registra un mapa de rendimiento con datos como el abono, la cosecha, la siembra variable. En 40 años el cambio en el modelo de trabajo ha sido estremecedor.
40 años de avance
La tecnología de la maquinaria agrícola avanza como un ‘tsunami’
«Mi padre trabajaba por hectáreas y ahora nosotros trabajamos el metro cuadrado», menciona Valentín «así sacamos todo el rendimiento posible a la tierra», dice.
Las mejoras informáticas en las máquinas ha sido lo más destacado «Los avances tecnológicos llegaron como un tsunami, la mecánica fue más progresiva». Esto supone una mejora en los márgenes de beneficio, pero aún así no, esto no es suficiente. Valentín González regenta principalmente un concesionario de maquinaría agrícola en el que se dedica a la importación y exportación de tractores. Siempre reserva tiempo para la cosecha en los meses de verano: «Me dedico a otras cosas, pero esto es a lo que más cariño le tengo», aclara el agricultor. Esto siempre es común a todos los agricultores «Viva bien, o no, por lo menos vivo a mi manera» afirma. Los agricultores intercambian un riesgo y una profesión con mucho sacrificio a cambio del ritmo de sosiego que marca el campo y las estaciones, lejos del barullo de las ciudades y del ajetreo de la gente.
La cosechadora y el tractor con el remolque entre el polvo de las tierras mientras avanzan por el baraño. DL