«Estamos sometidos a la falta de aventura»
l Aramburu rompe su silencio tras ‘Patria’ con ‘Los vencejos’
césar coca
Han pasado cinco años justos desde la publicación de Patria, la novela que no solo se convirtió en una de las más leídas en la historia reciente de España, sino que alcanzó una categoría distinta: la de fenómeno social. En este tiempo, Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha publicado otros tres libros, pero no había vuelto a la novela. Lo hace con Los vencejos (Tusquets), el diario de un tipo corriente al que nada especial le pasa pero que decide que ya ha vivido lo suficiente y sin haber cumplido los sesenta fija la fecha de su suicidio. Durante un año irá haciendo un diario para dejar a su hijo. Ahí contará su vida, sus rutinas y pensamientos, que son los de alguien sin nada muy especial en su biografía porque, como dice su creador, «los humanos de hoy estamos sometidos a la falta de aventura».
—Por fin una novela después de ‘Patria’. ¿Han pasado el tiempo y los libros suficientes para minimizar las comparaciones?
—En cierto modo, sí. Asesorado por mi familia, mis amigos y mi editor decidí esperar antes de publicar otra novela para que no pagara una factura excesiva en términos de comparación. Por otra parte, no soy un escritor continuo de novelas, toco otros palos, y es lo que he hecho.
—En 2018 ya dijo que tenía escrita otra novela. ¿Era esta?
—Sí, en este tiempo he escrito esta, que me ha llevado un par de años, y otra, que está en el cajón.
—‘Patria’ fue además un fenómeno social. ‘Los vencejos’ probablemente se quede en el ámbito de lo literario. ¿Eso es una ventaja?
—Un fenómeno social es incontrolable para un escritor y puede ser perturbador. Le obliga a tratar temas sociales y políticos para los que quizá no esté preparado. Patria adquirió una dimensión que pocas veces se da y se extendió incluso fuera de España. He estado presentándola en salas repletas de varios países de Europa, han ido a saludarme ministros de esos países, embajadores. Dónde me he metido, me preguntaba. Me ha dado muchos lectores, pero ha sido fatigoso. Necesitaba tranquilidad.
—Ahora los críticos hablarán solo de literatura.
—Cuento con eso. Patria sufrió críticas ideológicas. Y desde ciertos ámbitos es muy fácil instrumentalizar el trabajo de un escritor, que además no puede evitarlo. Por suerte, vivo en Alemania y todo eso me llega menos.
—‘Los vencejos’. Este título puede parecer extraño.
—No es gratuito. Llevo unos días en Madrid y por la noche, al asomarme a la ventana en mi hotel, he visto grupos de esos vencejos en el cielo.
Cumplen una función en la trama, el protagonista reflexiona al hilo de sus vuelos.
—La obra se presenta como el diario de un hombre corriente.
—Es que vivimos en sociedades donde desde hace décadas ya no pasan grandes cosas. Lo que nos ocurre es bastante cotidiano. Quizá la pandemia dé lugar a otro tipo de literatura, pero yo lo que veo son textos de gente que ha escrito sus reflexiones mientras contemplaba las calles vacías. Estamos sometidos a la falta de aventura. Por eso se hace literatura sobre cosas pequeñas.
—Usted enmascara la ficción en un soporte, el del diario, de no ficción. ¿Ese es el signo de la literatura actual?
—No estoy muy al corriente de lo que está de moda. La novela sigue teniendo recorrido. Se lee más que nunca. Y esto no es de ahora. Dostoyevski escribía de estudiantes, posaderas y agricultores. Y luego hay muchos géneros de éxito. Donde hay gente hay una historia para una novela. Solo hay que buscarla.
—Ha construido un personaje corriente que hará algo infrecuente: suicidarse.
—En realidad, lo que pretende es protagonizar una tragedia, estar en el centro de un acontecimiento con peso dramático. Es como si quisiera vivir algo parecido a los héroes de Las penas del joven Werther o El extranjero.
—Y usa una técnica que renuncia al elemento del suspense. Vamos contando hacia atrás en la vida de Toni.
—Pero pongo al lector en una situación incómoda, porque a medida que avanza en las páginas acerca al personaje a su suicidio, lo que lo convierte en ejecutor. El lector mata al personaje por el simple hecho de leer.
—Su personaje se va desprendiendo de todo. ¿Pasa eso también con el estilo de un escritor, lo va despojando de artificios que quizá en etapas anteriores creía necesarios?
—Es ley de vida. Llega un momento en que o tienes algo que decir o te callas. A cierta edad, un autor ya no deslumbra con experimentos audaces. Uno serena su estilo, se hace más claro, se despoja de retórica.
Un escritor entiende que el lector ha invertido su dinero y su tiempo en un libro y desea algo provechoso, emocionante.
—Madrid tiene un notable protagonismo en esta novela. ¿Por qué esta y no otra ciudad?
—No digo nunca que sea Madrid.
—Pero es evidente por los cafés, las calles, los barrios...
—Claro. Tenía que elegir. Y celebro haber elegido Madrid. Lo hice por varias razones: conozco bien la ciudad, tengo familia y amigos que me podían ayudar en algunos elementos de documentación... Aunque la razón más poderosa es que quería trazar un retrato social de la España de hoy. Y qué duda cabe que en esta ciudad suceden cosas relevantes. Además quería mostrar la vida de barrio, y también alejarme del paisaje vasco, porque deseo que en mis novelas haya variación incluso de escenario.
—En esta novela hay una cierta carga política y sus personajes sostienen opiniones muy a contracorriente. ¿Teme que lo crucifiquen por ello?
—Esto es ficción. No soy mis personajes y no se me pueden atribuir sus opiniones. Sería pueril hacerlo. Ya sufrí con Patria críticas que venían de gente atiborrada de política. Una novela debe incluir el mayor número posible de facetas; si no, es un panfleto.
—Regresará enseguida a Alemania y eso le protegerá de comentarios insidiosos.
—Claro. Si alguien quiere retirarme el saludo tendrá que ir hasta allí para hacerlo. Vivir lejos protege. Y ahora no te desvincula de tu país, porque yo veo cada día los periódicos españoles y los telediarios.
Estar a más de mil kilómetros da una perspectiva amplia y facilita la calma.
—¿Mantiene su intención de abordar el terrorismo de ETA desde un punto de vista humorístico?
—Sí. Tengo un proyecto, pero debo encontrar la forma y el tono. He de afinar la parodia para que esté dirigida al agresor. No seré el primero, por supuesto. Ya lo hicieron en su momento Vaya semanita y alguna película. Lo que quiero es ridiculizar al agresor.