Entrevista | Carlos Taibo, escritor, editor y profesor
«León no sería un desastre en un escenario de colapso»
Carlos Taibo (Madrid. 1956) está pensando en hacer un epílogo para la próxima edición de su libro Iberia vaciada sobre los lugares de donde la llaman para presentar este libro que relaciona despoblación-repoblación, con colapso-decrecimiento económico y que aporta la novedad de mirar también al Portugal vaciado. Si se decide a escribirlo, León tendrá un protagonismo especial en ese epílogo. Ayer, el salón de actos de la Fundación Sierra Pambley se llenó, con la capacidad restringida por el covid para escuchar a Taibo dentro de la programación del IV Alcuentro Llibertario LLion. Hoy a las 19.00 horas estará en el teatro Gullón de Astorga y mañana en Cacabelos (19.00 horas cine Faba).
—¿Por qué ha ampliado la mirada a la Iberia vaciada’?
—Hay que empezar a romper fronteras también en lo cotidiano. El escenario del Portugal vaciado, que son tres cuartas del país —todo, menos la costa— es muy parecido al de España, donde se da la paradoja que las zonas que se desertizan climáticamente son las que crecen en población y las que pierden población, no.
—León, en el noroeste de Iberia, ¿debería de tener más vínculos con Portugal?
—Podrían ser mucho mayores. Esta especie de dominio románico astur-leonés debería tener una relación privilegiada con Portugal. Hay ahí una especie de traba, que alguna relación pienso que guarda con la condición de vacío de los territorios, las dificultades para trasladarse y comunicarse.
—Ahí está la Asociación por la Autovía León-Braganza reclamando esa conexión desde hace años.
—¿Por dónde iría?
—León, La Bañeza, Puebla de Sanabria y Portugal por Rionor.
—Me parece bien mejorar las comunicaciones pero no sé si es el criterio hacer una autovía.
—La última propuesta es una vía rápida.
—Realmente el tramo Puebla de Sanabria a Braganza es infernal. Pero mejorar las carreteras puede ratificar los aislamientos, como ocurrió con la autovía a Daroca entre Zaragoza y Teruel, que les ha hecho más dependientes del mastodonte zaragozano.
—Un paisano de Cabrera me dijo una vez que cuando hicieron la carretera a la gente le entró la enfermedad de marchar.
—Qué bueno... Justo acabo de leer Donde las Hurdes se llaman Cabrera, de Ramón Carnicer.
—¿Qué le ha parecido?
—Me gustado mucho. Un pionero.
—¿Cuáles son sus propuestas para esa Iberia vaciada?
—Soy libertario y consecuente con esa cosmovisión. Creo que hay que recuperar elementos de autosuficiencia, restaurar el vigor de fórmulas de democracia de base, como los concejos abiertos de León, la agroecología, las energías limpias y renovables, sin caer en el desbocamiento de los molinos de viento con macroparques. Hay que rechazar la agricultura intensiva y los proyectos mastodónticos de mala gestión del agua.
—¿Hay que adaptar soluciones a cada territorio?
—He escuchado en boca de gentes que viven en la España vaciada que el problema no es la despoblación, sino la repoblación en un escenario de colapso general de los medios urbanos. Tenemos que medir lo que hacemos para no ratificar ese colapso. No comparto que estos problemas se resuelven llevando una macroempresas que supuestamente generará muchos puestos de trabajo, lo que además de ser muy dudoso generará grandes problemas ambientales y perspectivas solidarias muy escasas. Hay 10.000 municipios que pierden población y no tenemos 10.000 empresas. Hay que ir a perspectivas solidarias y no al sálvase quién pueda y relacionarlo con el riesgo de colapso general en el puede que asistamos a una repoblación rapidísima, nada saludable e imposible de asumir en espacios empobrecidos
—¿Hay algún atisbo de esperanza para las zonas mineras?
—Si las cosas se hacen bien, desde la perspectiva de la autosuficiencia, de la recuperación de los bienes comunes, de los concejos abiertos... el atisbo está ahí. Vuelvo a enmarcar esto dentro de la teoría del colapso: los recintos más postergados serán los que mejor lleven el escenario del colapso. Si el colapso llega, ¿qué vamos a comer en Madrid? Algo de esto se ha visto durante la pandemia. En París, a principios del siglo XX, el 90% de las verduras se producían en sus alrededores. Hay que difuminar el límite entre medio urbano y medio rural. El escenario de muchas comarcas rurales es complicado, pero el de las ciudades ¿es venturoso? No. Las ciudades son cada vez más problemáticas.
—¿Todas las ciudades?
—Madrid es difícil de reconvertir. Creo que León no sería un desastre en el escenario del colapso porque reúne los rasgos de encrucijada de caminos, abundancia de agua, superficie agrícola importante alrededor y carácter más bien vetusto y tradicional en otra clave. Habría que reducir sensiblemente el consumo de energía, eso sí.
—¿Por qué oponerse a los macroparques eólicos si son energías limpias?
—Uno: Uno de esos molinos tiene la altura de un rascacielos se vio en Madrid en una instalación que hicieron. ¿Por qué no lo aguantan en Madrid y lo tenemos que aguantar enun pequeño pueblo? Dos: Los beneficios económicos para los ayuntamientos son extremadamente nimios, los beneficios van a las grandes empresas. Tercero: ¿Quién recibe esa electricidad? El espacio urbano. No es que nos opongamos, lo primero que hay qué preguntarse es cuánta energía necesitamos. Esto conviene sacarlo de la lógica mercantil del capital en provecho del interés colectivo.
—Se habla mucho de las mujeres como baluarte del medio rural, ¿Se les da el protagonismo necesario?
—Si la vida rural se mantiene en algún grado es gracias a las mujeres, su trabajo por mantener la vida y los cuidados, a pesar de que son olvidadas sistemáticamente. Como dice María Sánchez en Tierra de mujeres son ese retrato olvidado en la sala.
—¿Los neorrurales qué aportan?
—Tienen problemas de integración en la vida de los pueblos. Proporcionan impulso ideológico para cambiar las cosas. Sería saludable que fuera vivencial y saliera de las gentes del lugar.
—¿El teletrabajo es una solución para el mundo rural?
—Lo dudo. En general es gente que sigue viviendo en las ciudades. Ni siquiera tiran del consumo. Confío más en agricultura, ganadería extensiva, algo de turismo, bosques... Y hay que ver las ventajas: la vida más barata, escenario natural más limpio, menos enfermedades...
—¿En que se basa el colapso?
—Hay una acumulación de circunstancias como el cambio climático, el agotamiento de las materias primas, la crisis de cuidados y financiera... Y es una situación que ya está subrayada por informes de organizaciones internacionales.
—¿Tenemos un plazo?
—Depende de lo que consideremos específicamente por colapso pero no va a suceder de 100 a 150 años. Hay que planteárselo de aquí al año 2050.