Educación
La huella de Nicolás Barré en Bembibre
El pedagogo que luchó por la educación de las niñas pobres y burló la prohibición del Concilio de Trento sobre el apostolado de las mujeres cumple 400 años. Bembibre guarda la huella de Nicolás Barré en el colegio Virgen de la Peña. Fundado por las religiosas del Niño Jesús en 1962, su labor traspasa las aulas. Se implican en movimiento vecinal y obras sociales.
Nicolás Barré fue un fraile mínimo que nació el 21 de octubre de 1621 en Amiens. En 1662 estableció el Instituto de Maestras Caritativas —futuras Religiosas del Niño Jesús— para «dar instrucción cristiana, lectura, escritura y aritmética» a niñas pobres, talleres para mujeres y sesiones de instrucción religiosa en días festivos.
Las mujeres tenían prohibido el apostolado activo por el Concilio de Trento (1545-1563) y los decretos de Pío V tampoco se lo ponían fácil para crear una orden religiosa femenina que se ocupara de la misión. Tuvieron que pasar más de dos siglos, 1866, hasta que el instituto se convirtió en congregación. Durante ese tiempo, las maestras fueron seglares «sin votos y sin hábitos».
«Barré quería conectar con las necesidades de cultura y alimentación de la Francia del siglo XVIII y era muy sensible a la situación de las mujeres y los niños», explica Yolanda Busto, una de las fundadoras del Colegio Virgen de la Peña de Bembibre.
De su carácter abierto y pionero hablan hechos como la implantación de la enseñanza en lengua vernácula, en lugar de en latín, y la introducción de estudios de aritmética, geografía e historia. «Enseñan también a las madres de los niños», añade.
En El Bierzo Alto
«Resignificaron el compromiso con los pobres y los principios pedagógicos de Barré»
Cuando falleció, en el París de 1686, ya había más de 60 escuelas de su inspiración repartidas por el territorio francés. A España llegaron vía Barcelona en 1860. raíz de la expulsión de las órdenes religiosas de la enseñanza en Francia. En Burgos se instalaron en 1891. en Madrid en 1904 y en Bembibre en 1962.
«Poner al pequeño delante y al que menos tiene primero», son ideas que atraviesan los casi cuatro siglos de la pedagogía Barré. En cada momento y en cada lugar, con los ingredientes de la sociedad de acogida.
«En Bembibre pusieron en marcha la integración con la escolarización de niños con síndrome de down o ciegos, confluyeron diversas culturas, como la caboverdiana y paquistaní y convivieron en las mismas aulas el hijo del empresario y los hijos de los obreros», comenta Melchor Moreno, profesor jubilado que empezó a trabajar en la época de la integración de la Logse (1985-1986). La escuela sin puertas de la pedagogía Barré la pusieron en marcha desde los primeros momentos las fundadoras del Colegio Virgen de la Peña. Se integraron en el pueblo y participaron en la gestación del movimiento vecinal, con la creación de las asociaciones de los barrios de Socuellos y Las Ventas, la asociación de jubilados...
Yolanda Busto fue colaboradora de Isaac Núñez en lo que fue el germen de Proyecto Hombre y la Asociación Alcohólicos Rehabilitados del Bierzo Alto (Arabi). Los tiempos cambiaban y las religiosas fueron abriendo las puertas de la dirección del centro a seglares. Fue a partir de 1988, apunta Moreno, que fue administrador del centro. «Recuerdo a las monjas en el mes de julio pintar las puertas del colegio, limpiar los váteres o aportar un porcentaje de su sueldo para el mantenimiento cuando había que llamar al pintor», señala apuntando a «la generosidad, humildad, sencillez y riesgo» que asumieron las religiosas para mantener la obra en Bembibre.
El colegio pertenece hoy a la Fundación Educere, que suma un total de 17 centros en España, entre ellos también el Virgen Blanca de León. Pero la huella de Barré permanece. Pepi, una antigua alumna que ahora es profesora en el centro, lo atestigua.
Tenía cinco años cuando la trajeron de su pueblo, San Estaban de Toral, al internado del colegio Virgen de la Peña. Salió cuando terminó el COU. «Lo que más me sorprendía era la libertad. Se rezaba muy poco era muy original: las monjas nos daban de comulgar con pan de verdad». Visto desde hoy, cuando la mujer aún tiene prohibido ejercer el sacerdocio, aquel gesto significó para ella «un signo de empoderamiento de la mujer».
Foto de familia de la celebración del aniversario de Nicolás Barré. DL
Recuerda que en los primeros tiempos «no paraba de llorar y me pusieron a dormir con mi hermana mayor». Casi 200 niñas, desde Campo del Agua a todas las cuencas mineras, habitaban el internando. A Pepi le asignaron el número 122.
Salió para estudiar Biológicas y se doctoró. Luego regresó a la tierra —algo que muy pocos pueden hacer por falta de oportunidades— y es la profesora de Biología, Física y Química en la ESO. «Veinticinco años después tengo que hacer un esfuerzo para pensar que ese muro del aula era un dormitorio, pero a veces en los pasillos de Primaria me vienen los recuerdos de cuando íbamos por la noche y se nos apagaba la luz», explica.
Barré estaba en los programas de Magisterio que estudió Yolanda Busto, antes de ser religiosa de la congregación ni siquiera hubiera pasado por su cabeza. Como señala la historiadora Rosa Bruno-Jofre «en el contexto de nuevas posibilidades abiertas por el Concilio Vaticano II y en respuesta a la realidad política y social que enmarcaba su renovación, la congregación y la provincia española resignificaron el compromiso con los pobres, así como los principios pedagógicos y eclesiásticos de Barré».
Corrían los años 60 y «el lenguaje de la congregación aparece permeado por ideas de justicia social y apertura al mundo», añade en el trabajo publicado en la Revista Interuniversitaria de la Universida de Salamanca bajo el título ‘Las religiosas del Niño Jesús en Bembibre, León, España, en la segunda etapa del franquismo: la escuela sin puertas’.
Esta historiadora, miembro de la Royal Society de Canadá, se interesó por esta congregación y su obra en El Bierzo Alto a raíz de un reportaje publicado en Diario de León en 2013 ( Las monjas obreras de Bembibre) .