Diario de León

Antonio Núñez El paisanaje

Música, maestro

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León

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En las elecciones municipales el que menos pinta es el señor alcalde, por más que Amilivia se empeñe en lo contrario, lo mismo que los aspirantes a apearle del sillón, señores Rodríguez (UPL) y Fernández (PSOE). Los partidos han desenvainado las espadas en campaña -aunque nunca se la envainan- y tal parece que sólo cuatro personajes aspiren a mandar en el vecindario a lo largo y ancho de España: Rajoy, Rato y Mayor Oreja, por los populares, y Zapatero, por los socialistas. No hay más cartel en esta feria y lo demás son sobreros que lidian para maletillas en plazas de tercera categoría. En definitiva se perfilan para las municipales cuatro grandes matadores, cuatro, que, aunque parezcan pocos para torear en diez mil y pico ayuntamientos, en realidad son el doble de la faena a la que está acostumbrado de siempre el país: el mano a mano entre Joselito y Belmonte, Cánovas y Sagasta, el Cordobés y Palomo Linares o González y Aznar. También en tiempos afilaron los estoques Franco y Santiago Carrillo y aquello acabó, como han dejado escrito los historiadores, con medio país desangrado en la enfermería de la piel de toro y la otra mitad abonada de por vida a la corrida de la Beneficencia. De la de la Prensa mejor no hablar, porque todos los políticos nos corren a gorrazos, aunque algunos colegas vuelvan ahora a tirarse de espontáneos en defensa de tal o cual maestro. Siempre hubo división de opiniones, pero en una profesión como ésta, que da más cornás que el hambre, se echa de menos a alguien que, como en la tele Juncal y el limpia Búfalo, «tome nota». Sorprende la enorme espectación y revuelo que se ha creado en ciertos tendidos de sol de televisiones, radios y periódicos, donde todos quisieran estar a la sombra -del poder, no se preocupe, maestro, que p''arrimarse está un servidor de usted- y la virulencia con que las crónicas y las voluntades se inclinan hacia el que gobierna o hacia el que toma la anternativa. No se sabe cómo acabará la lidia, pero así, a porta gayola, uno diría que ninguna ganadería es fácil. En el PSOE sólo esperan para embestir a saber quién de los tres novillos de Aznar -los dichos Rajoy, Rato y Oreja- tiene más yerbas, en tanto que desde el palco Aznar estudia a Zapatero esperando con risa de conejo que se descuerne en un burladero o que le pique, bien picado, uno de la cuadrilla. Sobre la campaña de las municipales dice el alcalde Amilivia que el PP no cree peligro en esta plaza por el «efecto Zapatero», dado que aquí conocemos a todo el ganado. Y, en efecto, sabemos la leche que cada uno mamó de pequeño. Pero está claro también que el dueño del coso es de Madrid y le da igual que Amilivia, De Francisco o el otro tengan una temporada triunfal o no. Puede darse, incluso, el caso de que el triunfador salga por la puerta grande... pero de la alcaldía. Mociones de censura más raras se han visto. Volviendo al principio, que toreen en León a un mihura del PP, con perdón, o a un victorino del PSOE, con permiso, es lo de menos para las dos acreditadas ganaderías, que reservan lo mejor de la casta para Madrid, donde Rajoy, Zapatero y compañía aspiran a sentar plaza de alcaldes, pero de La Moncloa, ahí es nada. Todavía no ha empezado la lidia, pero en cuanto sean las cinco en punto, puede que de mañana mismo, que Dios reparta suerte porque la van a necesitar todos. Y no hace falta la guía de San Fermín para adivinar los lances. «Por ejemplo, primer tercio, del capote o también llamado de los dossiers, en el que cada candidato recibe al rival pasándose por la cara todo lo que sabe de él a fin de pararlo antes de templar y mandar: chanchullos financieros, de cama (negro bragao), una cuñada colocada a dedo en el ministerio, contratas públicas a compañeros de pupitre, como Villalonga el de Telefónica, etcétera. Aquí pueden empitonar a más de uno del PP, sobretodo después del robo de los famosos documentos secretos del asesor presidencial Arriola. Al tiempo. Segundo tercio o de varas, palo va y palo viene, pero haciendo sangre por los picadores y picapleitos de turno, que trabajan a conciencia, como Javier Arenas o Jesús Caldera. Hay varios en cada cuadrilla. Y, suerte suprema, entrar a matar con el engaño, quiere decirse con el dossier de humillar por delante, en el último mitin. En lo único que, según Jesulín, el de los teleñecos, no se parece la política a los toros es en la hora de la verdad: cuando votemos todos. O sea, el tendido. Menos mal.

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