Diario de León

Philip Hoare, la ballena y Durero

El escritor británico Philip Hoare traza en ‘Alberto y la ballena’ un viaje caleidoscópico a través del mar, el arte y la vida, a partir de la figura de Alberto Durero, quien «predijo 500 años antes la importancia de nuestra relación con la naturaleza».

El escritor británico Philip Hoare

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josé oliva

Hoare, que como siempre que viene a Barcelona se aloja cerca del mar para zambullirse en sus aguas, sea verano o invierno, ha dicho durante una entrevista con Efe que eligió a Durero porque es «un artista que está ahí en algún recoveco de nuestra mente y que creó unas imágenes que siguen siendo vitales».

Cualquier persona, incluso aunque no entienda el arte de Durero, seguramente ha visto algunas de sus obras más famosas, el rinoceronte, las manos en oración o cómo dibujó su cabello. «Intento averiguar cómo fue capaz de reproducir la naturaleza de una manera tan moderna y explicar por qué sus obras siguen estremeciéndonos 500 años después».

En sus obras, incluidos sus autorretratos, Durero, prosigue Hoare, «el mundo que representa nos resulta próximo, ya no son las bestias ni los monstruos que aparecen iluminados en la Edad Media».

El artista de Nuremberg predijo además el futuro a través de sus visiones, subraya Hoare: «Creyó en una era dorada en la que el arte representaría a la naturaleza de manera vívida y hacia el final de sus días creía que lo más importante para un artista era la representación del mundo natural».

Para armar el libro, Hoare parte del viaje que Durero hizo en 1520 hasta Zelanda, una de las doce provincias costeras de los Países Bajos, para ver por primera vez una ballena. «En un momento en el que Durero, que acababa de perder el respaldo de su mecenas, el sacro emperador romano, y estaba sumido en la melancolía, decidió conocer mundo y la ballena se convirtió en su ambición final».

Señala Hoare que «Durero, como Melville, intenta retratar una imagen de este animal, grande, mítico, poderoso, que vive más que nosotros, y al que hoy casi hemos extinguido».

Durero fracasó en su intento de pintar a la ballena, un deseo que, a juicio del autor, refleja «la ambición de controlar, retratar, el mundo natural por parte del ser humano».

En aquel viaje a las tierras de Zelanda Durero contrajo la malaria, que tiene rápidamente su réplica en la situación actual pandémica «en la que la enfermedad se contrae en el mundo natural, sea a través de murciélagos o pangolines: La historia de Durero es como la de Frankenstein, cuando se intenta replicar la naturaleza tiene graves consecuencias».

Y añade que Durero era consciente de que la malaria era «el precio que había tenido que pagar por haber reproducida de manera tan exacta la naturaleza, como si hubiera osado usurpar a Dios».

Confiesa Hoare que para escribir «Alberto y la ballena» (Ático de los Libros) adoptó casi la función de un medium, en la que combinó la vida del artista con su propia experiencia vivida en parte del siglo XX y el XXI.

Sin ser historiador del arte, ni experto, Hoare no intenta analizar la técnica de Durero sino ver «por qué el arte es tan importante como expresión cultural y tiene la capacidad de salvarnos».

El libro está lleno de referencias literarias -Shakespeare, Thomas Mann, Marianne Moore, W.H. Auden- e incluso musicales, como David Bowie.

«Todos estos artistas intentaban hacer lo mismo que yo, conectar con Durero y que Durero hiciera algo por ellos, y quizá el ejemplo más evidente y cercano es el de Marianne Moore, que imagina a Durero en el Nueva York de los años 20, declara que es su amante y ve a las ballenas varadas en la cosa de Brooklyn».

Recuerda Hoare con amargura la preparación de «Alberto y la ballena», que le llevó a los lugares que Durero visitó, como «el primer gran turista en la historia del arte», de Londres a Viena, de Noruega a Venecia, todo antes de la pandemia, «mientras Reino Unido reflexionaba sobre su salida de la UE».

Aunque al principio pensó que la separación haría que la isla se mantendría a flote y que el mar sería barrera de las normas de Bruselas, Hoare ha cambiado su opinión con Boris Johnson, al que ve como un capitán Ahab.

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