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Publicado por
León

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Te dije una vez que observaras estas palomas urbanas y que te fijaras en esas patas suyas de color de chicle a las que les falta alguna falange, un dedo entero, dos, a veces todos y la cosa queda en muñón, patachula, meneo de pirata con pata de palo. Cada vez son más las mutiladas en esta guerra de ciudad. Te comentaba entonces que el creciente fenómeno se debía a la falta de calcio en su nutrición urbana y, en consecuencia, lo obtenían de las propias uñas, pero especialmente comiendo las de sus crías, pasándose en el ñasco y podándole ansiosamente el pinrel a la criatura. Tremendo. Pero no es esta la verdad; o toda la verdad; porque al cabo de unos días me llamó una bióloga para enmendarme la apreciación que, a su vez, me había formulado otro biólogo, la de comerse con frenesí las uñas por abstinencia de calcio. Y me comentó que la numerosa colonia de palomas con las patas macheteadas se debe sencillamente a las cuerdas y a los hilos de plástico que se llevan a sus nidales para mullirlos o cordeles que se lían a sus patas cuando rastrean solares y campos en este tiempo de basura esparcida. Se enredan y se les hacen nudos entre los dedos y, tratando de quitárselos de encima a base de espantos y tirones con el pico, se les enreda más la cosa y se aprieta y les pica y vuelven a tirar y aquello se ahorca un poco más y estrangula la circulación y aquel dedo o aquella pata acaban como gangrenándose y viene la necrosia, se pudre y se seca. Habrá que suponer que estas palomas que vemos así de maltrechas e inválidas son cupo grande, pero afortunado, porque salieron más o menos enteras de un trance en el que otras palomas murieron ahorcadas, presas o infectadas. Están los campos y especialmente los vertederos sembrados de estos cordeles, ataduras de empacadora, plásticos indestructibles. Y no es sólo la paloma quien la diña en estos torniquetes. Cigüeñas, milanos, cernícalos, grajas y treinta especies pajariles más llevan también a sus nidos esta estopa cordelera, la trampa, el lazo mortal... Así que, cuando veas un palomo cojo, no es que haya salido del armario; su cojera y ese meneo de culo al andar no es mariconería ostentosa; es la guerra de la mierda, diaria batalla de basura en la que todos perdemos algo.

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