Antonio Núñez El paisanaje
La parejita
Por lo menos la mitad de las familias de España, sobre todo las de pueblo, y a mucha honra, tienen en el aparador junto a las fotos de la boda y las primeras comuniones otra en blanco y negro de un sujeto de fiero mostacho, con mauser en bandolera y un atrabiliario sombrero de charol, que invariablemente es el bisabuelo, eso como mínimo, de uno de los dos cónyuges. Unas veces va a pie, otras a caballo y, en ocasiones, también en bicibleta (cuando Roldán se quedaron sin gasolina) Es la Guardia Civil caminera, de la que el yerno de izquierdas suele decir que eran desertores del arado en tanto que su mujer añora los tiempos de la infancia en que todo lo daban por la patria, especialmente en el economato. Con la Benemérita hay que gastar pocas bromas y por ello un servidor ha preferido esperar un par de semanas antes de glosar el charolado asunto del número maricón -así como suena, para qué vamos a engañarnos, mi sargento- que sentó plaza en el cuartelillo de Mallorca con su pareja de hecho. Sin ánimo de hacer chistes fáciles, hay que ver cómo está el Cuerpo. Uno no iba a ser menos que el director general, señor Valdivieso, o que el ministro del Interior, Acebes, otro guaperas, los cuales optaron por airear lo menos posible la ropa tendida, recién sacada del armario, y decir que bueno a todo, y tal y cual, y qué se le va a hacer en el Boletín Oficial del Estado, cada oveja con su pareja. A lo que íbamos, si el guardia marica, y peor para él, quería una vivienda de protección oficial, ya se la han dado. Faltaría más con la campaña que estaban a punto de montar los de la oposición, los verdes, los antiglobalización, los ácratas de Ramiro Pinto, anarquista en paro, la asociación de mozas malqueridas y la de represaliados sexuales, Ana Belén y el abuelo Víctor, etcétera, entre otros reputados colectivos. Campañas similares con notable eco periodístico y daños directamente proporcionales para el ministro de turno, las hay como quien dice a diario en favor de todas las minorías del mundo, quizá porque los problemas de las mayorías tienen peor arreglo. Entiéndase bien, tan respetables son las minorías como la gente del montón, pero es un hecho irrefutable que a nadie se le ocurriría hacer una campaña exigiendo casas cuarteles para guardias con familia numerosa. O viviendas gratis para los payos en vez de la tribu okupa del Tío Caquichu. O el reparto de alimentos de Cruz Roja entre la clase media en la cuesta de enero. O pisos de acogida para exmaridos indigentes (cualquiera, menos los de Isabel Preysler). Y cosas, en fin, que de verdad afectan al ciudadano corriente, el cual, a juzgar por los periódicos, parece si no una especie a extinguir, sí el menos común de los ciudadanos. Qué tropa, mi sargento, y no tenemos otra. Volviendo al asunto del guardia balear no será un servidor quien se oponga a que haga de su capa un sayo, y nunca mejor dicho. A fin de cuentas serán otros los que tengan que rondar con él y lo que pase de puertas adentro del coche patrulla es cuestión que se la refanfinfla al resto del personal, siempre que nos paren para poner multas y no para cachearnos. Por lo demás, los privilegios de la homosexualidad en los cuerpos armados del estado vienen de antiguo y no hay por qué escandalizarse. Ya en la Grecia clásica el general tebano Epaminondas creó un cuerpo especial de soldadotes como el guardia de las enseimadas mallorquinas para luchar, atados por parejas de hecho y cuerpo a cuerpo, contra los espartanos, que eran más machos pero terminaron perdiendo la batalla porque se esperaban todo menos aquello: si, pasado el tiempo, Tebas no ganó más guerras luego sería, un suponer, por falta de descendencia o porque no llegaron a perfeccionar la fecundación in vitro. Nadie es perfecto. Hay que agradecer al Gobierno que esta vez no haya entrado al trapo. Estando como estamos en campaña electoral la que pudo pasar con el benemérito número hubiera sido, y perdone otra vez, mi sargento, como para mear y no echar gota. Imagine por un momento el señor Valdivielso que el guardia Manolito -llamémosle así- hubiera sido, además de lo que es, lo siguiente: de las juventudes del PP, extrabajador de Sintel, cuantacorrentista de Gescartera, o nieto sin papeles de un moro, digamos que ambiguo, de la Guardia de Franco. Un escándalo, señor director general. Hay campañas que no las para nadie. La marabunta.